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Patriotismo económico (3): Soberanía, supranacionalidad y globalismo

Redacción




Bruselas, la tiranía de la UE. /Foto: martinnoticias.com.
Bruselas, la tiranía de la UE. /Foto: martinnoticias.com.

Enrique de Diego

La nación preexistente, que se configura a través del Estado, en un territorio objetivo con fronteras, tiene plena soberanía y no puede cederla sin provocar su debilitamiento y su desintegración, en un movimiento alocado y distorsionante de fuerzas centrífugas y centrípetas.

El Estado puede establecer acuerdos, alianzas, adquirir compromisos bilaterales, sin ceder ni condicionar un ápice la soberanía de la nación. Lo que no debe hacer es lo que viene practicando el Estado, y en su nombre el Gobierno de la nación, sistemáticamente en favor de entidades supranacionales, fuera, además, de cualquier control. La entidad supranacional hacia la que España viene cediendo soberanía, autodestruyéndose, es la Unión Europea, que decide sobre los Presupuestos o impone cuotas de recepción de los mal llamados refugiados (invasores islámicos ilegales).

Por eso resulta de todo punto urgente e imprescindible que España abandone la Unión Europea, recupere su moneda, que es parte importante de su soberanía financiera, y plantee el retorno al Tratado de Roma fundacional como Europa de las patrias.

Las entidades supranacionales –Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización del Tratado del Atlántico Norte, Organización de Naciones Unidades, Unesco…- contienen burocracias expansivas, muy bien retribuidas, libres de impuestos (como la burocracia corrupta de Bruselas), que conspiran contra las patrias y sus sociedades como entes embrionarios de un Gobierno mundial destructivo, que representa un grave riesgo para la supervivencia de la especie. Ese Gobierno mundial no es la consecuencia directa de la globalización, en cuanto mejora de las comunicaciones, sino que es una utopía negativa con dinámica propia, a propósito de la llamada globalización. Enfrentarse a esa dinámica no es una postura reaccionaria –incluso con la carga positiva que puede tener el término en otros ámbitos, como en el moral frente al relativismo- sino superadora. No sólo están en peligro las sociedades, en genérico, sino también las familias y las personas.

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Esas entidades supranacionales, que nacieron en la guerra fría, y que sienten nostalgia de esa etapa, hasta haber estado a punto de provocar una segunda, de consecuencias muy graves, deben ser desmanteladas. Los Estados deben cortarles la financiación y licenciar sus burocracias, donde han encontrado acomodo los jubilados o depurados de las castas políticas.