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Movimiento Trump

Redacción




Donald Trump. /Foto: univision.com.
Donald Trump. /Foto: univision.com.

Enrique de Diego

En el año 2000, la destructiva serie de Los Simpson dibujó en un capítulo el escenario de que Donald Trump había ganado las elecciones y había llevado a la ruina a la nación. En términos proféticos, se ha cumplido la primera parte y el stablishment va a intentar que se lleve a efecto la segunda, de modo que nadie ose volver a cuestionar ni su status ni su capacidad ni sus planes para liderar el mundo. Resultan cuanto menos curiosas estas dotes adivinatorias de los guionistas de la serie.

En este estrepitoso fracaso de los medios de comunicación resulta patético ver como se dan vueltas y vueltas respecto a la indagación de por qué ha ganado Trump, como si se hubiera producido un fenómeno extraño o esotérico de última hora, simplemente porque ellos habían decidido que, y menos sin su permiso, Trump no tenía ninguna posibilidad de vencer y que meramente era el candidato idóneo para que Hillary Clinton ganara por goleada al candidato de los patanes rurales y la clase trabajadora blanca. ¡Cuánto racismo esconde y exhibe la corrección política!

En Trump se dan condiciones y cualidades excepcionales: una gran fortuna que le dota de independencia, un tesón superlativo acompañado de una voluntad de hierro para alcanzar el objetivo y una cierta sencillez, en su manifiesta egolatría sin complejos de culpa, para conectar con el americano medio y para no formar parte de la élite amoral y depredadora, bajo los harapos de un falso humanitarismo de retórica vacua.

Es un hombre providencial en cuanto es el único de los adinerados del mundo que ha estado dispuesto a jugársela por los demás y por su afán de poder. No es un ignorante, desde luego; maneja criterios y referencias detrás de los que hay muchos siglos, milenios de lucida reflexión como la moral natural, o valores fundamentales para la civilización como la dignidad del trabajo.

Pero él no ha creado el movimiento Trump, lo ha canalizado, lo ha liderado, pero está en esa sociedad a la que no dan voz los medios de comunicación, que, como se ha visto, no está sólo en los condados rurales o en Virginia Occidental, sino por toda la sociedad, en todos los Estados; altos, medios y bajos; patriotas que consideran la familia fundamental o que están seriamente inquietos por el cambio, lleno de riesgos, del paisaje demográfico y que consideran, con fundamentadas razones, que les están haciendo perder su identidad. Y que no comparte ni la semántica ni la confusión moral de la corrección política, degenerada en una ignorancia ilustrada preñada de clichés. Ese movimiento está en Francia con Marine Le Pen, en Inglaterra, con Nigel Farage, en Alemania, con Frauke Petry, en Austria, con Norbert Höfer…es una rebelión en toda regla contra el mundialismo y el muticulturalismo.

Los Simpson vaticinaron que había ganado y había arruinado a la nación. Trump dice que hará todo lo contrario y que, por ejemplo, doblara el crecimiento con un programa keynesiano de infraestructuras, acompañado de otro reaganiano de bajada de impuestos. No todo es economía, aunque ésta sea fundamental.

En esa manía mía de nadar siempre contracorriente, con lo cansado que resulta, reconozco que no me gustó nada su intervención institucional como presidente electo. Presentándose como el paradigma del antistablishment sus palabras fueron puro stablishment. Llamada a la unidad de la nación, presidente de todos los norteamericanos, tiempo de restañar heridas. Es lo habitual, demasiado habitual, demasiado retórico. Las naciones siempre están divididas a la espera de un proyecto unificador. Puedo entender que alguien considerara que había que dar un mensaje de tranquilidad, especialmente a eso de los mercados, pero hubo aspectos en los que fue más allá de los límites de la retórica. Estableció que la nación tenía una deuda con Hillary Clinton, la misma a la que ha tildado de corrupta, de la mayor corrupta, y de merecer la prisión, incluso que si él ganaba “te llevaré a la cárcel”. El stablishment ha acostumbrado a que en las campañas se miente y los programas no se cumplen. Trump ha empezado a mentir, porque o bien Estados Unidos tiene una deuda con Hillary o ésta tiene una deuda con la Justicia y si es una corrupta debe ser procesada. Otra cosa sería seguir las pautas del stablishment y dar los primeros pasos por el camino en pendiente de la degradación.

En cualquier caso, como indica en un comentario nuestro lector, Alfredo Alonso, ya hay un bien superlativo: la posibilidad de una colaboración entre Estados Unidos y Rusia, la evitación de esa peligrosísima tendencia a generar una segunda guerra fría inventada y a buscar un escenario de conflicto con Moscú, como zonas de exclusión aérea en Siria. El mundo puede ser mucho más seguro y el integrismo musulmán tener las horas contadas.

La tentación está puesta sobre la mesa en unas élites que han contenido la respiración: si quieres ser querido, si quieres evitarte problemas, olvídate de todo lo que has dicho y no cumplas el programa. Es lo que se ha hecho siempre y la democracia es una farsa, porque manda la élite en cualquier caso. Si Trump cediera a esa tentación, la segunda parte de la profecía de Los Simpson se cumpliría, porque arruinaría a la nación de una manera moral y traicionaría al movimiento Trump.

El muro en la frontera con Méjico ha de ser construido, los once millones calculados de inmigrantes ilegales han de ser deportados, porque ha de retornarse al principio de fronteras seguras y de que nadie puede invadir un territorio de manera ilegal. La embajada de Estados Unidos ha de ser trasladada a Jerusalén. El Tribunal Constitucional ha de recibir la savia nueva provida que prohíba el aborto –como se prohibió la esclavitud- y pene el delito. Es decir, tiene que cumplir su palabra, no sólo para devolverle la confianza y la autoestima a la gente, sino porque, en efecto, estamos ante una crisis de fondo, civilizatoria, que exige dosis excepcionales de coherencia, claridad de ideas y fortaleza.

Supongo que Donald Trump no cederá, pero estoy más seguro de que el stablishment le va a poner muchas alfombras rojas para que se acomode y defeccione. Si lo hiciera, estaría perdido y el daño que provocaría sería incalculable.