Enrique de Diego
En todos los tiempos, hubiera amado a España pero en estos de tantas ofensas tiendo a amarla con creciente pasión. Al español, en un costoso y opresivo proceso de ingeniería social, se le desnacionalizado, se le ha quitado la autoestima, se le ha enseñado a avergonzarse, a alejarse de los símbolos de la unidad de la nación, se le ha impedido la maduración de ser un patriota porque el patriotismo siempre es el último reducto de los decentes, de los honrados y de los fuertes. Por eso, el patriotismo es la solución a esta devastadora crisis de sistema, que en origen es moral y que se ha ido extendiendo por el modelo político y por el económico, poniendo el riesgo la unidad de la Patria –con la que no se puede bromear porque se termina en conflicto- y fragmentando a la sociedad.
Los españoles de esta época se han sumido en la ignorancia de su pasado para mejor quitarles su presente y dejarles indefensos ante el futuro. No hay respeto reverenciado a los ancestros, a nuestros grandes héroes que hicieron la proeza de descubrir, conquistar y evangelizar un continente. ¡Qué sus ejemplos viriles sean nuestra guía en esta hora de prueba!
Se conspira a la luz del día contra España sin que se ponga coto a la sedición y mientras se execra el patriotismo de la Patria grande se exacerban los patriotismos traidores y envenenados de la patria chica.
El planeta es recorrido por el rugido de la bestia inmunda anunciando el fin de las naciones y la eliminación de las fronteras para producir un mundo nuevo que, en su frivolidad, lleva en su seno conflictos inenarrables. Esa infinita estupidez se vende a todas horas envuelta en sentimentalismos mendaces y empalagosos que nublan la razón.
España es la solución. El patriotismo es la pulsión de los nobles que salvarán la civilización. Hoy, como siempre, más que nunca: ¡Viva España!