Enrique de Diego
Susana Díaz es quien mejor ha defendido los intereses del Partido Popular en el último año, no teniendo el carnet de militante, por lo que lo mejor sería acabar con la hipocresía y pasar por Génova a recogerlo, aunque fuera con carácter honorífico.
Ha estado segándole la hierba bajo los pies a Pedro Sánchez de continuo, y especialmente durante dos campañas electorales muy tensas, marcadas por la posibilidad del sorpasso de Podemos. Junto con sus patéticos palmeros, Emiliano García-Page y Guillermo Fernández Vara no ha pasado ocasión en mostrar sus diferencias con el secretario general de su partido, que ha demostrado, hasta el momento, fortaleza y decencia.
Tras el 20 D, quiso presentarse Susana Díaz como ganadora de las elecciones en Andalucía, cuando sus resultados fueron muy deficientes, y comparativamente iguales o peores a los obtenidos en el resto de España. La unidad sólo la ha escenificada en fotos de mitin, que tenían la misma sinceridad que Bruto o que Judas.
A pesar de todo ello, Pedro Sánchez ha conseguido que el PSOE no se hundiera; ha mostrado dignidad para no pactar con la corrupción.
Susana Díaz ha preferido dañar a su partido si con ello debilitaba al secretario general, al que no soportan los poderes fácticos, con el que quieren acabar el felipismo, las puertas giratorias, el empresario del petróleo, Juan Luis Cebrián y los poderes fácticos del Ibex 35, que es a la coalición de intereses a la que representa la andaluza, marioneta de Felipe González.
Por supuesto que en el Comité Federal –habrá que verlo- Susana Díaz y los barones pueden ganar, porque en cada Federación cada cargo orgánico debe su puesto –y su sueldo- a la cupulocracia regional. Por eso, lo democrático es recurrir a las bases y celebrar primarias.
Que Susana Díaz está sirviendo a los intereses de Génova, que es la yegua de Troya de Rajoy, resulta evidente que con la zarabanda jaleadora entusiasta de los lacayos peperos, que la alaban en estos días en niveles similares a los latigazos de entusiasmo espasmódido que sacude sus cuerpos cada vez que se cita a Soraya Saénz de Santamaría.
Susana Díaz quiere hacer de Salomé pidiendo la cabeza de Pedro Sánchez para entregarla en Moncloa, con paradas previas en Prisa y en la mansión de Felipe González. Va a hacer un ridículo histórico, arrastrándose servil a pedir a Rajoy alguna concesión que justifique su abstención. No hay dignidad, ni decencia, ni ética, ni estética en esta comedia bufa cortesana, de una política profesional sin discurso, a la que sus jefes le han hecho la carrera.