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Albert Rivera, el liderazgo debilitado y desaparecido

Redacción




Albert Rivera. /Foto: cadenaser.com.
Albert Rivera. /Foto: cadenaser.com.

Luis Bru

Albert Rivera no dio la cara ante el descalabro electoral en Galicia y País Vasco, más fuerte aún en el primer caso. La nueva política ha nacido vieja. Lanzó al secretario general, José Manuel Villegas a decir genéricas obviedades.

El liderazgo se demuestra en los momentos difíciles y por ese no partido, por esa franquicia, administrada por unos cuantos amigos catalanes que repiten en los ámbitos internos “esto lo pusimos en marcha nosotros y no vamos a dejar que nadie de fuera nos lo quite”; pues por esa franquicia, surcada de expulsiones, gestoras, que va camino de un supuesto Consejo General controlado, está corriendo un fuerte escalofrío, porque no sólo los resultados cuestionan la eficacia de la marca, sino porque también se han sentido huérfanos.

Como señalan en ámbitos próximos a Ciudadanos, “Albert Rivera no ha dado la cara” y eso se ha entendido como “falta de respeto a votantes y simpatizantes”.

La nueva política reacciona con las mismas extrañas pulsiones justificativas que la vieja. De esa manera, Cristiana Losada ha echado la culpa a la ley electoral, pero en realidad en ningún momento Ciudadanos tuvo opción a obtener un diputado, la más mínima de que cayera de su lado el último escaño que andaba en el aire de los repartos de D’Hondt.

O el lamento de la misma Losada, cogida a lazo, sin tradición en un partido sin tradición nacional, de que Feijoo había sido demasiado duro con Ciudadanos, lo que, por cierto, corresponde a la lógica de una campaña electoral, cuando, vuelto por pasiva el argumento, lo que indica es que Ciudadanos ha sido demasiado suave y débil con Feijoo, con esa extraña estrategia de ofrecer por delante su escaño –si lo obtenían- para darle el poder y controlarle.