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La falacia suicida de las cuotas

Redacción




Inmigración musulmana invasiva. /Foto: Taringa.net.
Inmigración musulmana invasiva. /Foto: Taringa.net.

Enrique de Diego

Se cumple un año de la muerte de Aylan y de la obscena manipulación de los medios de la corrección política. De entonces es éste artículo en defensa de la civilización occidental y de las naciones europeas. El tiempo quita y da razones. En el debate de investidura, Albert Rivera ha llegado a pedir más refugiados. ¡Qué despiste más monumental!

Europa está enferma terminal de buenismo, pandemia en la que emociones y sentimientos se imponen sobre la razón hasta la completa abjuración, cuando ha de ser la razón la que controle y ordene los sentimientos, con capacidad para analizar y prever las consecuencias de los actos, de las decisiones, no sólo las inmediatas, sino también las a medio y largo plazo.

Una parte de Europa –y esa desunión ya entraña la ruptura de una Unión Europea que aspiraba a la unidad política y que mantiene, por ejemplo, una ministra de Exteriores de un convoy descarrilado- ha mostrado una elogiable emoción humanitaria, muy calentada por altas dosis de emotividad catódica. Ángela Merkel lideró esa pulsión ‘solidaria’ , de modo que se mostró orgullosa de la respuesta de los alemanes –recibiendo con aplausos a los refugiados a la estación de Munich- y e impuso –en comandita con un desmerecido François Hollande– un sistema de cuotas, diseñado desde la burocracia de Bruselas, que era previsible cosechara un sonoro fracaso, que ha provocado mucho más sufrimiento humano del que trataba de evitar sin responder a ningún criterio racional y obviando casi todos los datos de la realidad y de la experiencia.

En el caso de España –a la que tocaba acoger 15.000 ‘refugiados’- se da el patente contrasentido de que mantiene sendas vallas en Ceuta y Melilla, para frenar precisamente la presión de una migración invasiva, y que, sin embargo, debería recibir a los mismos, por otras fronteras, con el beneplácito de la Unión Europea, que se está saltando todas sus normativas.

Todos quieren ir a Alemania

El sistema de cuotas fue rechazado con firmeza por Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia, dispuesta a recibir cristianos pero no a musulmanes, que tendrían muy difícil integración. Esta importante fisura fue ya un jirón esperanzador en las pretensiones tiránicas del europeísmo burocrático, aureolado de histeria moral. Como bien dijo Viktor Orban, presidente de Hungría y prácticamente el único que ha mantenido la dignidad en esta Europa zaherida y atormentada por intensos complejos de culpa que a sí misma se infringe, “se trata de un problema alemán y no europeo”. Eso es completamente cierto. A pesar del interés de nuestras autonomías y de muchos ayuntamientos por acoger a los ‘refugiados’, nadie quiere venir al Madrid de Manuela Carmena –a pesar de sus carteles de bienvenida- ni a la caótica Barcelona de Ada Colau –donde los inmigrantes del top manta apedrean a los mossos-, sino que la riada humana, que no sólo viene de Siria sino todo el mundo islámico, y sólo del mundo islámico, quieren recalar en Alemania (en todo caso, en Suecia).

Resulta difícil imaginar cómo se iba a poder torcer la voluntad de quienes han recorrido miles de kilómetros. Tampoco resultaba fácil deducir con qué criterios se iba a discriminar el reparto ni cómo se iba a realizar. ¿Por qué unos iban a ir a Francia y otros a España y otros a Malta? Es un despropósito de tal calibre que provocaba estupefacción y mostraba en las manos tan inútiles en que están las sociedades europeas y el fracaso sistémico de la Unión Europea.

Burócratas trazando planes sobre mapas desconociendo la realidad

Los burócratas se sientan en sus cómodos sillones y trazan planes sobre sus mapas, como viejos generales rejuvenecidos, y arreglan el mundo desconociendo la realidad. Tengo delante un reportaje con el testimonio de una familia siria, de diez miembros, que vive en Alcobendas y lo primero que dice es que quiere ir a Alemania, a pesar de un año de ayudas públicas, de que una ONG pagó varios meses de alquiler, de otras ayudas municipales y alimenticias. No muestran agradecimiento alguno, sino que se quejan de que España las ayudas son pocas. La razón para querer ir a Alemania es sencilla y la puede entender incluso un burócrata de Bruselas o incluso el melifluo Vicente Vallés: en Alemania son tres los años de ayudas. Reivindican que en todos los países, “las ayudas deberían ser iguales”…que en Alemania. ¿Qué harán los desquiciados burócratas de Bruselas y santa Ángela Merkel de los refugiados para convencer a quince mil para que se vengan con Rita Maestre cuando los que llevan aquí tiempo desean fervientemente marcharse a las orillas del Rin? ¿Un sorteo? ¿Con qué criterios? ¿Por orden alfabético, como en la antigua mili? El sistema tan demencial que iba a provocar desastres inenarrables. ¿Habría que haber fletado autobuses o trenes recorriendo Europa, con listados, y mediante coacción policial?

El efecto llamada de santa Ángela Merkel de los refugiados

Hasta ahora, confieso, tendía a situar a Angela Merkel como la tuerta de una Europa de políticos cegatos y trincones. Me equivocaba. Su actuación ha sido de una irresponsabilidad infantil y superlativa, con un efecto llamada abrumador y demoledor. Es altamente probable que su irracional comportamiento, su supina incompetencia pretenda exorcizar los muy intensos y oscuros complejos de culpa post-hitlerianos del pueblo alemán, y ya he leído que se la compara con Oskar Schlinder. Lo que intenta perpetrar es un proceso de ingeniería social que, de llevarse a efecto, arrasará Alemania, haciéndola irreconocible y conflictiva en grado sumo, y acabará con lo que queda de ese tinglado burocrático que los políticos se han montado bajo el nombre de Unión Europa, que es una traición en toda regla al Tratado de Roma. Puesta al borde del abismo, Ángel Merkel chapotea con inconsciencia: “lo que vivimos ahora es algo que nos seguirá ocupando los próximos años, nos cambiará como sociedad y queremos que el cambio sea positivo”. Este tipo de buenismos irreflexivos sumen a las sociedades en brumosas y circulares pesadillas.

No son refugiados, ¡vienen para quedarse!

Porque, por de pronto, ¿se trata de refugiados? Una parte, no, y otra parte, sí y no. La primera condición del refugiado es huir de una situación de peligro en la que existe riesgo para su supervivencia. Esa un parte la cumple. La segunda, es que desean volver a su nación de origen, en cuanto el conflicto se resuelva y se hayan modificado las condiciones que les obligaron a abandonar sus hogares. Y esa segunda condición, no la cumple ninguno. ¡Vienen para quedarse! Y eso no lo quieren pensar ni los azorados burócratas de Bruselas ni nuestros cortoplacistas politicastros. La riada, además, viene de todas partes, de Somalia, de Libia, de Afganistán, del Magreb, de Nigeria, de Senegal, de todo el mundo islámico, en suma. Se pretende llevarnos a Eurabia con cargo al contribuyente ‘solidario’.

No son 150.000, mentira, son millones, decenas de millones

Esa cifra de 150.000 ‘refugiados’ que se dio a repartir era, además, una grosera mentira de falsarios contumaces. En realidad, como ha declarado el presidente húngaro, Viktor Orban, que me merece todos los respetos, “en Bruselas me han dado la cifra de medio millón, pero esto es sólo el principio, esto va a parar, porque van a venir millones y decenas de millones”. ¿Esto es asumible? ¿En qué consiste el cambio para años avizorado por la histriónica y desbordada santa Ángela Merkel de los refugiados?

Lo que hicieron los burócratas de Bruselas y los políticos europeos era un efecto llamada devastador para convertir la riada en torrentera y maremoto. La idea de que una nación como Alemania ofrece ayudas durante tres años es una llamada a la despoblación mundial.

Histeria moral teledirigida y televisada

Europa sería un gran campo de refugiados y de residencias de inmigrantes, dependientes de los fondos públicos, sin ningún futuro para esos niños que, con toda lógica, tanta ternura provocan. Y, ese panorama, proyectado en el tiempo, ¿qué estabilidad, qué cohesión ofrecería a las sociedades europeas? ¿guerras étnicas o religiosas? En esta histeria moral teledirigida y televisada, se pasa de largo, se oculta, que la integración de la población musulmana en las naciones europeas ha resultado un fracaso, de manera muy clara en la segunda generación. Y lejos de reconocer ese error patente y evidente, se pretende intensificar en proporciones inmensas. Porque esa integración –tan cacareada- no existe, es un completo fracaso. Todos los atentados cometidos en las últimas décadas lo han sido por inmigrantes musulmanes o por sujetos de la segunda generación, ya con la nacionalidad.

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¿Hemos de seguir jugando, con soberana estupidez, a repetir los mantras de la islamofilia, de lo islámicamente correcto, según lo cual nada de todo esto tiene que ver con el islam, ni con sus enseñanzas, a pesar de que su libro rezuma odio y sangre? Porque antes de que estas multitudes llegaran desde Siria, lo que ha habido –y hay- es un turismo sanguinario de jóvenes musulmanes hacia Siria para decapitar y lanzar a homosexuales desde las azoteas a homosexuales? Jóvenes que han estudiado en las escuelas europeas y se han beneficiado de ayudas sociales. Y también familias. Se calcula que a enrolarse en el estado islámico, para perpetrar su sadismo coránico, han ido más de tres mil “europeos”.

Reventando el Estado asistencial

El que desde Bruselas, con ataque directo a las soberanías nacionales, se proponga eliminar todas las normativas sobre inmigración, para establecer la suicida utopía de que Europa no tiene fronteras, que se proclama la libre circulación de todas las personas, el que se haya llegado a tal desfachatez y a tal pulsión de suicidio colectivo, se debe también a que se ha ido produciendo una paulatina evolución desde el Estado de bienestar al Estado asistencial. En el Estado de bienestar, el Estado impone su monopolio o, al menos su hegemonía, para ofrecer sus servicios a quienes contribuyen. Esto ya es bastante cuestionable e ineficiente. El Estado asistencial es que los poderes públicos ofrecen sus servicios a quienes no contribuyen. El Estado como una especie de ONG bienintencionada dedicada a desincentivar el trabajo y el esfuerzo, con una gravosa trama desestructuradora de “servicios sociales” –uno de los males más corrosivos de nuestras decadentes sociedades- y ahora dispuesta a demoler las sociedades mismas en su textura vital y en su misma capacidad de supervivencia. Porque eso es lo que nos estamos jugando: la supervivencia. Ni Europa puede dejar de tener fronteras, ni tampoco tiene la capacidad de alimentar y acoger a todos los desheredados del mundo, sin venirse abajo con los desheredados dentro.

Toda la verdad sobre Aylan, frente a la ignorancia mediática

Lo que ha hecho cambiar posturas de gobiernos, lo que ha provocado esta histeria moral –llena de hipocresía, como luego veremos- ha sido la foto de un niño ahogado en una playa de Turquía, recogido por un policía turco. El nombre de ese niño en el que se han concentrado y resumido todas las tragedias es Aylan. Y ha sido enterrado en su tierra natal, la ciudad de Kobane. No es un niño sirio, sino que propiamente es un niño kurdo. Por de pronto, ese policía turco está reprimiendo a los kurdos, los aviones de Turquía –con el beneplácito de la OTAN- están bombardeando a los kurdos y Kobane es un nombre altamente significativo.

Kobane es la gran victoria de los kurdos contra el estado islámico, contra esa canalla de furor genocida en la que luchan “europeos” ‘formados’ en las escuelas de Francia, Inglaterra, España o en la Alemania de santa Ángela Merkel de los refugiados.

Kobane fue asediada por el estado islámico desde el 16 de septiembre de 2014 hasta el 26 de enero de 2015, en que fue liberada por el heroico esfuerzo de las YPG (Unidades de Protección del Pueblo) kurdas, tras cruentos combates. Ese día Polat Can, portavoz de las YPG de Kobane, emitió el siguiente comunicado: “Felicitaciones a toda la Humanidad, al Kurdistán y al pueblo de Kobane por esta liberación”. En los primeros compases del asedio, el estado islámico llegó a anunciar la toma de la ciudad, lo que, de haber sido cierto, hubiera conllevado el exterminio de todos sus moradores (y de Aylan, por tanto). El presidente del Gobierno integrista y fanático de Turquía, Erdogan llegó, con indisimulada satisfacción, a dar por buena la noticia de la caída de Kobane. El estado islámico recibía, al fin y al cabo, provisiones, pertrechos y nuevos combatientes desde Turquía. Pero los kurdos resistieron. Las jóvenes kurdas formaron su propia compañía de combate, especialmente temida, pues los integristas creen que quieren muere por la bala de una mujer no va a su extraño cielo, que más parece una casa de latrocinio. Kobane, con mejor o peor fortuna, ha sido llamada la “Stalingrado kurda”. El simbolismo es tal que, en junio de 2015, llegando de nuevo desde Turquía, los asesinos del estado islámico se infiltraron en Kobane, vestidos como peshmergas (milicianos kurdos, los que desafían a la muerte) y mataron a ciento veinte personas, entre ellos muchos niños, muchos Aylan, que nadie ha llorado en Europa, que no han salido en ningún informativo. Y todos esos niños muertos lo han sido con la complicidad de ese policía turco que recoge el cuerpo de Aylan en la playa, con el respaldo del gobierno turco.

Ni un dedo se movió para reconstruir Kobane, destruida completamente hasta los cimientos. No hubo ayuda internacional de ningún tipo. No se socorrió a Aylan, ni a su familia, ni al resto de familias. Un acto en solidaridad con Kobane realizado en una localidad turca próxima a la frontera fue el escenario de un atentado suicida del estado islámico que provocó la muerte de treinta activistas humanitarios. La respuesta de Turquía: ¡atacar a los kurdos, bombardearlos! Matar más kurdos como Aylan. Y ello, con el respaldo de la OTAN. Los kurdos, los únicos que están siendo eficaces contra la barbarie del estado islámico.

Dosis superlativas de hipocresía

El Papa Francisco ha dicho que acogerá “refugiados” en el Vaticano y las diócesis españolas están ofreciendo sus seminarios vacíos para acogerlos, al tiempo que interpelan a los poderes públicos para incrementar su histeria moral. Brilla en esa actitud el mejor espíritu evangélico de las Bienaventuranzas. Pero, ¿por qué, a cuento de qué ese tremendo silencio sobre el genocidio de los cristianos en Siria, en Irak, en Sudán, en Nigeria, en Pakistán, en muchas naciones musulmanas? ¿Por qué esa falta de caridad con los hermanos martirizados? ¿Por qué ni tan siquiera se piden oraciones por ellos? ¿Por qué no ha habido movilización alguna, ni tan siquiera condena? ¿Por qué ha callado el Papa, el Vaticano, y todos los obispos, sin excepción alguna, ante esa terrible persecución, en la que se cuelgan, se queman, se despedazan, se entierras vivos a los cristianos? ¡Mártires que nunca serán canonizadas y que no merecen espacio alguno en ninguna homilía ni un resquicio en la ‘oración de los fieles! ¡Ah! Ellos no merecían que se les abrieran las puertas de esos seminarios vacíos, ni las puertas del Vaticano. Sólo en Irak, de 1.400.000 cristianos que había, quedan menos de 400.000. Muchos han tenido que emigrar, pero muchos han sido asesinados. El gobernador kurdo de Kirkuk ha declarado fiesta oficial la Navidad como rechazo a esa persecución inmisericorde. El Papa Francisco ha pedido “misericordia”. ¿Por qué no la ha pedido para sus ovejas? En Siria, aldeas enteras de cristianos han sido masacradas, todos sus habitantes han sido asesinados, y no se ha dado una sola imagen en un telediario, no han merecido ni una crónica, ni una pequeña noticia. ¡Cuánta hipocresía!

Hace poco he visionado una deficiente película que narra el asesinato por integristas islámicos, en Argelia, de seis monjes cistercienses de la Comunidad del Atlas. Doble mérito en su martirio, porque nunca serán canonizados. O Ashia Bibi, que sufre cadena perpetua, en Pakistán, porque tuvo la osadía de decirles a unas convecinas que la insultaban que Cristo murió en la Cruz por nosotros, ¿qué ha hecho Mahoma?”. Delito de blasfemia, condena a muerte, conmutada, tras la presión internacional, por la muerte en vida en una celda ínfame. ¿Por qué, por qué el silencio de los pastores? ¿Por miedo a los lobos?

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Barack Obama y Arabia Saudí, culpables

No vienen sólo de Siria. Vienen de todas partes. De todo el mundo islámico, porque el islam es un completo fracaso. Pero también llegan, obviamente, de Siria. En Siria hay un régimen despótico, pero en el que, por ejemplo, podían vivir y vivían en paz los cristianos, que ahora son exterminados. La de Siria es una guerra provocada por Barack Obama –el personaje más nefasto desde la segunda guerra mundial, resumen y consumación de toda la inmundicia y la estupidez de lo políticamente correcto- y Arabia Saudí. Ahora, cuatro años, 1640 días después, del inicio de la guerra, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo –España ha degenerado tanto que tiene a este frívolo proteico de canciller- declara que es preciso negociar con Bassar Al Ashad, que es quien tiene la “legitimidad”, quien se sienta en la ONU, y abrir un proceso de reconciliación y de elecciones, una especie de transición (la marisabidilla de Soraya Saénz de Santamaría, una completa incompetente, ha puntualizado que “quien era el problema (sobre Ashad), no puede ser la solución».

Aquella terrible estupidez de la primavera árabe, lanzada por Obama, y financiada por los Saud, ha devenido en un invierno integrista de sadismo coránico y en un éxodo sin precedentes. Estados Unidos y Europa llevan tiempo apoyando de hoz y coz a los integristas, esa es la verdad. Hubo que asesinar a Gadafi, que era, en sus últimos años, un dictador bastante benévolo, y que financiaba a manifiestos corruptos como Nicolás Sarkozy, para sumir a Libia en el caos, con dos gobiernos en permanente guerra civil, con señores de la guerra tribales y con una rama del estado islámico que decapita a cristianos coptos. Y para ese desastre sin paliativos, para esa absoluta canallada, se movilizó a la OTAN que puso las bombas, los barcos y los aviones. ¿Con qué objetivo? ¿Para qué, incapaz Rajoy, participó España? Y ¿por qué no se informa de lo que sucede en Libia, una intervención precedida por otro ataque de histeria moral de los medios mentirosos y desinformadores?

Lo de Siria ni tan siquiera es propiamente una guerra civil. Esos que púdicamente se denominan yihadistas –para obviar lo de musulmanes- del estado islámico y del Frente Al Nusra –Al Qaeda- son de todo menos sirios; son tunecinos, de Mali, marroquíes, españoles, británicos, franceses, alemanes. Siria era un régimen despótico de partido único, pero en el que había suficiente tolerancia para que pudieran vivir los cristianos y los drusos y los kurdos y para que nadie tuviera que exiliarse. Un régimen controlado por una rama chíi, los ismaelíes, que representan el 20% de la población y que como minoría amenazada infiltraron el partido Baas y enviaron a sus vástagos a las academias militares para controlar el Ejército. Un 20% que no está dispuesto a ser exterminado y que ha plantado batalla, con el apoyo de Irán, de Hizbollá y de Rusia, donde Vladimir Putin parece ser uno de los pocos dirigentes del mundo con voluntad e ideas claras.

No sólo esta parodia de potencia que es Estados Unidos con Obama inició la guerra de Siria, y toda la desestabilización de las naciones árabes, con eso tan demencial de la primavera árabe, es que hay que recordar que Obama estuvo a punto de bombardear al Ejército sirio e implicarse militarmente en la caída de Al Assad, porque éste había tenido la osadía de resistir y enfrentarse al estado islámico, del que una buena parte de sus miembros iniciales fue entrenado en Arabia Saudí por los norteamericanos. Apoyo que se mantuvo hasta que se proclamó el califato, lo que significa que se exige la sumisión de los Saud. Obama no sólo lanzó a los integristas contra las dictaduras militares, básicamente laicas, sino que además se ha implicado en el secular y enconado conflicto entre suníes y chíies, que surge de la misma herencia de Mahoma, entre los partidarios de la monarquía hereditaria, que hubiera recaído en su yerno, Alí, hasta que sus descendientes fueron exterminados, con Huseyn, tras la derrota en las llanuras de Kerbala, y los de la monarquía electiva, de Abu Bakr y los cuatro primeros califas. Y esa falaz primavera ha provocado y está provocando un diabólico baño de sangre. No es que Obama sea el AntiCristo, dada su infinita estupidez, su completa tontuna, pero hace méritos. Y menos mal que el general Al Sisi paró el desastre en Egipto, con sus ochenta y cuatro millones de habitantes.

Efectos colaterales: El auge de los partidos patrióticos

Las buenas intenciones de las decisiones políticas con frecuencia cosechan efectos colaterales, efectos perversos. Lesbos, en Grecia, ha sido presentada como un caso emocionante de solidaridad, pero su alcalde está pidiendo ya soluciones, porque los comercios se están hundiendo, convertida la isla de la poetisa lésbica en cabeza de puente de la inmigración invasiva. No llega el turismo y sólo hacen negocio quienes venden tiendas de campaña y kebabs. Hungría, que ha tenido la decencia de cumplir la legalidad, y frenar la riada hacia Alemania, frente a la dejación de Macedonia y Serbia, cosecha las diatribas.

La histeria moral que agita como el baile de San Vito a los partidos tradicionales, conservadores y socialistas, tiene excepciones, los partidos que suelen denominarse a sí mismos como ‘identitarios’ o también patrióticos, y que son denominados, con intenciones diabolizadoras, como ‘extremaderecha”, pero que en muchos aspectos son variopintos, desde liberales-populistas hasta filofascistas. Amanecer Dorado entra más dentro de la segunda definición. El UKIP británico fue la primera fuerza en las elecciones europeas, pero sucumbió en el sistema mayoritario en las elecciones legislativas, donde sólo obtuvo un diputado, pero cosechó cuatro millones de votos, la tercera fuerza, y ha condicionado la política de David Cameron, que ha cerrado el paso de Calais y convocará el próximo año un referéndum sobre la permanencia en una Unión Europea, que hace aguas por los cuatro costados y que ha degenerado en la cloaca burocrática de Bruselas. Suecia, el segundo destino añorado por la riada de inmigrantes, está de vuelta: la llamada extremaderecha ya lideraba las encuestas antes de que estallara la púdicamente denominada crisis migratoria. También la extremaderecha encabeza las encuestas en Noruega y Dinamarca.

Regresión brutal hacia guerras étnicas y religiosas en el interior de Europa

Estamos en un momento crucial de este viejo continente. Se está decidiendo su futuro para varias generaciones. Europa no puede demoler sus fronteras. Declarar que cualquiera puede traspasarlas no es una utopía bienpensante, es una locura. Pretender que esa degeneración en Estado asistencial puede acoger, alimentar y subvencionar a todos los desheredados del mundo es simplemente un suicidio, el suicidio de Europa. Nadie puede pasar las fronteras ilegalmente. Bruselas no puede pretender acabar con las soberanías nacionales porque ello, más bien, conllevará el final de Bruselas, que se ha convertido en un tremendo lastre. Nadie va a ninguna parte con buenismos, histerias morales y todo el cúmulo de estupideces de lo políticamente correcto, que ha dominado durante demasiado tiempo la escena. Es preciso acabar con el estado islámico y plantar cara a los orondos señores de La Meca. Hay que apoyar, sin remilgos, a Bassar Al Ashad, como está haciendo Rusia, que no es el enemigo, como pretende Obama. Turquía debe dejar de bombadear a los kurdos o echarla de la OTAN y, por supuesto, no es Europa.

¿Por qué abriendo las fronteras y siguiendo con este alucinado efecto llamada evitaríamos la muerte de los que mueren ahogados en el Mediterráneo? No, con esa histeria moral, con tanta hipocresía irreflexiva, con quimeras imposibles y desestabilizadoras, la riada humana será cada vez mayor y las muertes, cada vez más. Y al final de ese túnel, no es descartable una regresión histórica brutal hacia guerras étnicas y religiosas en el interior de Europa. Alemania parece dispuesta a iniciar la tercera guerra mundial, esta vez a base de buenismo.