Enrique de Diego
Juguemos a política ficción. Mariano Rajoy es parte sustancial del bloqueo, porque provoca rechazo. Ha gobernado durante cuatro años con mayoría absoluta y lo ha hecho con dosis elevadas de arrogancia. Y no sólo no está fuera de toda sospecha, sino dentro de las certezas de la lista de Luis Bárcenas, cobrando sobres en negro y comprándose bastante más que tres trajes con cargo a la caja B.
Muy sensato, muy razonable, tal y como se autodefine, pero ni provoca empatía –Ciudadanos es un apoyo crítico- ni tiene capacidad para conseguir la mayoría absoluta, sin la cual no puede gobernar –lleva diez meses autocráticos de prórroga sin control parlamentario- y tampoco elección tras elección es sencillo que retome las mieles de 2011. En cualquier caso, lo que gane será a costa de su aliado Ciudadanos, con lo que la suma probablemente no salga.
Si fuera sensato y razonable, daría un paso atrás y buscaría en su partido a alguien capaz de salir del enervante bloqueo. Al fin y al cabo, no se presentó –hasta la sesión fallida del Congreso- como candidato a la presidencia del Gobierno, sino como diputado por la circunscripción de Madrid.
Ofreciendo su sacrificio personal por España, el PSOE no tendría más remedio que abstenerse. Pero esto es política ficción. Rajoy quiere que le quieran, que le reconozcan y que le dejen gobernar como si siguiera teniendo mayoría absoluta.
_