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Un pacto de legislatura con PNV y Ciudadanos es pretender unir el agua y el aceite

Redacción




Iñigo Urkullu. /Foto: zoonews.com.
Iñigo Urkullu. /Foto: zoonews.com.

Enrique de Diego

La falta de generosidad de Mariano Rajoy a otra persona de su partido con capacidad de interlocución está haciendo que la vida política esté pasando del bloqueo a la farsa. Pretender un pacto de legislatura en el que una de las muletas sea Ciudadanos y otra el PNV es tratar de unir el agua y el aceite o cuadrar el círculo.

De hecho, el presidente del Gobierno vasco, Iñigo Urkullu sitúa al posible pacto entre PP y Ciudadanos como “una amenaza a nuestro autogobierno”. Si bien Urkullu se define como un “nacionalista pragmático” partidario de “cosoberanías” y no de rupturas a la catalana, ha mostrado su prevención hacia la postura de Ciudadanos contraria al Concierto o Cupo Vasco y al hecho de que “ni siquiera hablan con los partidos nacionalistas”.

Andoni Ortazar, presidente del PNV, ha sido rotundo: “vamos a votar no ahora y después de las elecciones vascas” y “no es una posición coyuntural”.

¿Podría el pragmatismo de unos y de otros hacer que para evitar el mal mayor de unas terceras elecciones hubiera un acuerdo a tres? Es metafísicamente imposible, pero, en cualquier caso, sería tan antinatura que tendría un escaso recorrido. Como un guiño, el PP ha filtrado que el Concierto Vasco queda fuera de la negociación con Ciudadanos. Éste partido precisa exposición mediática en las mayores dosis posibles porque es una pequeña cúpula cohesionada con un partido de aluvión, casi en formación. En Lugo y Orense no se han celebrado primarias para las elecciones gallegas porque no hay militantes.

A Ciudadanos no le convienen unas terceras elecciones, que podrían marcar un nuevo descenso, y a sus dirigentes les conviene tocar poder y acceder a ministerios. Si bien Ciudadanos se ha mostrado “consternado” por la falta de avances en la negociación con el PP, eso, en principio, forma parte del guión. El PP no acepta cuestiones programáticas centrales para Ciudadanos como el contrato único, la supresión de diputaciones, la reforma del Senado, la exigencia de celebrar primarias en todos los partidos o el programa social –incremento de permisos de paternidad y maternidad, plan contra la exclusión infantil, aumento de las guarderías estatales de 0 a 3 años…- que evalúa en 7.300 millones.

Pero, por mucha ambición de Albert Rivera, que personas que lo han tratado durante años no dudan en calificar de desmedida, el ADN de Ciudadanos es el antinacionalismo. Esa es la seña de identidad que le da sentido. PNV y Ciudadanos no pueden estar en el mismo acuerdo de Gobierno, son el agua y el aceite.

Así que estamos en el mismo lugar que en la noche del 26 J: Mariano Rajoy y el PP no han ganado las elecciones, han sido, ni más ni menos, que los más votados y dependen de Pedro Sánchez. Pedirle la abstención –incluso sugerir transfuguismo de un puñado de diputados- al tiempo que se le amenaza con desestabilizarle no ha sido nunca una buena estrategia.