Luis Bru
Tiende a informarse con un deje de humor de los aeropuertos sin aviones ni pasajeros que pueblan la geografía española. El digital Vozpópuli los ha denominado aeropuertos “zombies”. Y, sin embargo, la situación no tiene ninguna gracia. La estafa a los contribuyentes no estriba en su infrautilización a niveles esperpénticos, sino en las inversiones en su construcción. El negocio estaba en mover tierras, levantar edificios, por los constructores amigos, financiadores de los partidos y los políticos. Toda esa inmensa estafa la pagan los contribuyentes con su empobrecimiento.
Mientras los aeropuertos de Barcelona-El Prat y Alicante están a reventar con incrementos este año del 32%; mientras en Tenerife Sur y Málaga el incremento es del 19% y en Gran Canaria del 16,5%. En León, en el primer semestre, la media de pasajeros día ha sido de 76; en Burgos de 11; en Badajoz, de 72; en Salamanca, de 54; en Logroño, de 45; en Huesca, de 88.
El aeropuerto de Huesca costó 40 millones de inversión. Y adecuar el de Logroño, 15. El de Castellón costó bastante más: 150 millones. La sangría sigue: ese aeropuerto, financiado por Proyectos Temáticos de la Comunidad Valenciana, una empresa pública de la Generalitat, ha costado a los contribuyentes 174 millones y cada año sigue costando 4,5 millones. Tiene tres vuelos a la semana. Fue construido sin reparar en gastos, con suelos de gres y bancos metálicos de diseño. Todos cobraron. Porcelanosa cobró. Cobró la constructora Conaer.
Y nadie ha sido responsable de nada. Y siguen representando pérdidas para los contribuyentes, mientras los que hacen el mantenimiento y la seguridad siguen cobrando.
Han sido un gran negocio. Los zombies no son los aeropuertos sino los contribuyentes.