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¡Segunda vuelta, estúpidos!

Redacción




Parlamento francés, elegido a doble vuelta desde 1958. /Foto: periodicocorreo.com.mx.
Parlamento francés, elegido a doble vuelta desde 1958. /Foto: periodicocorreo.com.mx.

Enrique de Diego

En este mundo estático y relativista, los inútiles que nos desgobiernan, al tiempo que nos esquilman, consideran que las palabras no sirven para comunicarse y describir la realidad, sino para transformarla y manipularla. Se equivocan, aunque también han abolido el concepto de error y así nos va.

Mil veces y diez mil veces han dicho y repetido que las elecciones del 26J eran “la segunda vuelta” o “como una segunda vuelta”. Era una simple y grosera mentira, como lo será si hay unas terceras elecciones y unas cuartas.

Mientras el bipartidismo de esta segunda restauración ha funcionado, mal que bien, los efectos perversos del sistema electoral estaban camuflados, con los síntomas hirientes de la burocratización de los partidos, merced a las listas cerradas y bloqueadas, la funcionarización de los políticos y la degeneración en casta. Otro mal añadido, por si esos fueran pocos, era la dependencia, con la llave de la gobernabilidad, de partidos separatistas, como sucedió en 1993 y 1996.

En la medida en que el bipartidismo se ha unido a la depredación de casta, el sistema del 78 ha dejado fuera a ciudadanos con corte generacional y a otros, proletarizados por la expoliación de las clases medias, y de ahí –no de la nada- han surgido Podemos y Ciudadanos, éste último, en buena medida, como reacción ante el primero.

Pero ya el sistema se muestra incluso incapaz de ofrecer a la nación un Gobierno, y mucho menos un Gobierno estable, como es la principal función de todo sistema electoral. En ese aspecto, nuestro sistema tiene el mal que destruyó a la IV República francesa, con lo que Charles De Gaulle denominó “el baile de los partidos”. Y a esa danza, torpe y penosa, estamos asistiendo, en un permanente, tedioso y enervante día de la marmota, en la que los mismos dicen las mismas cosas y los lacayos las repiten como loros.

Una segunda vuelta es una segunda vuelta y no una repetición electoral: las palabras han de ajustarse a la realidad o, como dice, el dicho no vale lo mismo ocho que ochenta y aquí algunos se han convencido de lo contrario y que todo es cuestión de propaganda y de abuso del control de unos medios devenidos en la voz de su amo.

En una segunda vuelta, pasan los candidatos de los dos partidos más votados. Ese cambio se hizo en Francia en la Constitución de 1958, aprobada en referéndum por 17,5 millones de votos contra 4,5%, con un 15% de abstenciones. Originó, como era la intención, una polarización del sistema de partidos en dos bloques de izquierda y derecha, aunque con una estructura de cuatro partidos, y obligó y obliga a los votantes, en la segunda vuelta, a adoptar decisiones inequívocas. También estableció, en 1962, aprobado por 13,15 millones contra 7,97 millones, el sistema directo de elección del presidente –jefe del Estado, en el caso francés- con un mandato directo, más allá de los partidos, que emanaba del electorado.

Aquí parece que se vota al presidente del Gobierno pero es mentira, sólo se hace al candidato que encabeza la lista por la circunscripción de Madrid. La elección es indirecta, por lo que sólo gana las elecciones quien es capaz de configurar una mayoría parlamentaria.

Nuestro sistema electoral es malo, uno de los peores posibles, pero por lo menos debería haberse corregido estableciendo la segunda vuelta. Y conviene hacerlo cuanto antes. ¡El bloqueo está causado por el sistema electoral!