Editorial
Este no es nuestro tiempo, ni este es nuestro sistema. Con nosotros va el futuro. Lo estamos preparando junto con nuestros lectores, cada vez más, en este banderín de enganche y este resto de lucidez que es Rambla Libre. Nuestro tiempo está próximo, se acerca al mismo ritmo o más aún con el que el régimen del 78 agoniza.
Diríamos, sin petulancia, que el óbito se ha producido ya, pero la inmensa y tupida trama de intereses creados está haciendo que la agonía se prolongue, pero la muerte del régimen ya es irreversible. No es cuestión de una abstención ficticia y retórica en un debate de investidura, ni un gobierno de coalición, porque no es cuestión de alternancia, sino de alternativa; no es cuestión coyuntural, sino estructural. El nefasto modelo político no es representativo, ha sido ideado para establecer una casta vitalicia y hereditaria -atendiendo a la sugerencia de nuestro lector Jaime Pérez publicaremos este mes de agosto, por entregas, el libro “El manifiesto de las clases medias” de Enrique de Diego y extractos de “Privatizar las mentes”, publicado en 1996- dedicada a expoliar a los laboriosos y a los honrados. Y ese esquema, cruel y depredador, ha llegado a sus últimos estadios.
La herencia ha sido siendo cada vez más menguada, cada vez más endeudada y ya la estafa piramidal de la casta no da para sufragar ni las pensiones, cuya hucha va camino de quedar con telarañas.
Este delirante “día de la marmota”, en el que todos los días son repetición del anterior con los mismos comentando las mismas cosas y dan vueltas sobre sus miserias, no es más que una pérdida de tiempo, muy rentable para los farsantes, pues todos los cargos, carguillos y carguetes del PP siguen cobrando a fin de mes del contribuyente. Mariano Rajoy, es pasado, no tiene posibilidad alguna de ofrecer a la nación un Gobierno estable: el debate de investidura no es un mero acto formal, es el pórtico desde el que debe verse la conformación de una coalición. Rechazada la gran coalición, o PP y PSOE, o PP, PSOE y Ciudadanos, la única opción posible es un Gobierno de Pedro Sánchez, con Podemos y Ciudadanos, como RL dijo desde la misma noche electoral de unas elecciones que nunca debieron tener lugar y que fueron un despilfarro sacrificado a los miedos de Rajoy. Nosotros, en Rambla Libre, estaremos, con nuestros lectores, con los ciudadanos, frente a cualquier Gobierno.
Pero, en el fondo, esta cuestión es mucho más circunstancial de lo que se pretende. La herencia de Rajoy es nefasta como lo era la de Zapatero, porque el mal no está en las personas, ni tan siquiera en los partidos, sino en todo el sistema. Con una nefasta ley electoral, con listas cerradas y bloqueadas, con financiación con cargo al contribuyente, los partidos no son entidades de la sociedad civil, no son cauces de representación, sino que son estatales, dedicados a la opresión, mediante los ritos electorales vaciados de contenido, de los ciudadanos indefensos.
La base del sistema es la corrupción, el sistema es corrupto en esencia
El sistema del 78 no es que haya sido incapaz de frenar y depurar la corrupción, sino que la base del régimen es la corrupción, es el enriquecimiento de la casta. Para ello ha eliminado por completo la división de poderes, de modo que, siendo parlamentario, el Congreso no controla al Gobierno sino que es su mera caja de resonancia y la Justicia ha sido corrompida moral y estructuralmente para servir a los corruptos, para protegerlos, ampararlos y favorecerlos, de modo que los fiscales, a las órdenes de la Fiscalía General del Partido, actúan de abogados defensores y los jueces evitan jugarse sus carreras, dependientes de un Consejo General del Poder Judicial politizado, parlamentarizado.
El botín electora es tan inmenso que no hay sociedad ni economía capaz de soportarlo y sufragarlo. La colocación de los familiares de la casta, de los correligionarios de los partidos, ha sido tan abusiva y expansiva, que el modelo social se ha desgastado y agrietado, sin cimientos para soportar a tanta cigarra ociosa viviendo del esfuerzo de los demás.
Ni tan siquiera se ha permitido o tolerado el más mínimo contrapoder mediático –salvo Rambla Libre, ariete y vanguardia del cambio- capaz de defender a los expoliados, a los ciudadanos indefensos, que se ven inermes ante la depredación voraz de quienes controlan todo el poder y condicionan las vidas de las personas y se incautan de sus fortunas.
Este no es nuestro tiempo. El nuestro está por venir, ya muy cercano, y hacemos un llamamiento a confluir, a sumar esfuerzos en torno a este foco de cambio y renovación profundos que es Rambla Libre. Pero el suyo, el de la casta, ya ha pasado, sólo queda la inercia del desastre, la tediosa y enervante agonía del sistema nefasto puesto en marcha en 1978.