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“Casta parasitaria”

Redacción




 

Redacción

Reproducimos un extracto del libro “Casta parasitaria”, de Enrique de Diego, publicado en 2008, y que acuñó el término que ha entrado de lleno en la agenda política. No se trata de un concepto ahora de moda, sino de una realidad, que es la causa de la crisis que padecemos y de la que no hay salida si no se desmantela la casta. El extracto corresponde al inicio del libro:

castaparasitaria

La clase política está degenerando hacia casta parasitaria. Esta evolución degradante tiene su origen histórico en los errores de la transición, en la hiperinflación político del insostenible Estado autonómico y en el modelo burocratizado y oligárquico impuesto por las listas cerradas y bloqueadas y por la financiación a costa del contribuyente de las estructuras partidarias.

La consolidación en ciernes de una casta es la consecuencia tan indeseable como lógica de los efectos no deseados y perversos de esos fundamentos herrumbrosos de un sistema que ha entrado en quiebra y que es preciso desmantelar si la sociedad española y las clases medias –las paganas expoliadas- quieren sobrevivir e impedir el descalabro que lleve a España al tercermundismo.

Una clase política se constituye en casta cuando se autoregenera, cuando el cierre sobre sí misma llega a la selección interna de sus miembros; al relevo generacional o a la simple adicción, de modo que la pertenencia se torna excluyente y hereditaria.

Clase política es la profesionalización de la política; casta es aristocracia burocrática; un grado más. La clase política expolia a las clases medias; la casa propende al dominio. No solo interviene en lo económico, sino que tiende, por su propia naturaleza, a hacerlo en el ámbito de lo privado, a practicar fórmulas, más o menos intensas, de ingeniería social.

En buena medida, estamos ante un eco del Antiguo Régimen, cuando los cargos pasaban de padres a hijos y de abuelos a nietos; es decir, ante un esquema predemocrático.

Clase política es la generación de los políticos como grupo de intereses a través de un proceso de profesionalización, que concibe la dedicación a la res publica como oficio vitalicio, rompiendo la lógica democrática, que basada en la limitación del poder, tiende a la temporalidad, la eventualidad y la renovación.

El mal nepótico se mueve dentro de los parámetros de clase política. Si bien apunta a casta, es una perniciosa endogamia horizontal: se sitúa dentro de la misma generación. La formación de la casta se da cuando la pertenencia a la clase se hace hereditaria, pasa de generación a generación. Ese proceso ya se ha puesto en marcha.