Virginia Montes
Es probable que las autoridades y la Policía vendan a una opinión pública desarmada por la corrección política que se ha tratado de un nuevo “acto de locura”. Ya han avanzado había intentado suicidarse en dos ocasiones y había pasado por un hospital psiquiátrico. Tiene, pues, componentes para ese brebaje indigesto que se está administrando sin pudor a la población.
El hecho es que Alemania vive una ola de terror, con un denominador común: los asesinos son musulmanes y tres de ellos “refugiados”. Lejos quedan las imágenes de la recepción entusiasta en Munich con carteles de Bienvenidos refugiados, las declaraciones voluntaristas de Ángel Merkel con su “¡vamos a lograrlo!” y su demencial apuesta por un proceso de ingeniería social porque “lo que estamos viviendo nos va a cambiar”. El cambio está siendo una oleada de terror cotidiana que no tiene fin. Y pagada por el contribuyente.
Baviera empieza a parecerse a Siria
Era solicitante de asilo, sirio de 27 años. Se le había denegado su petición, pero vivía en un albergue a costa del contribuyente, porque, buenismo tras buenismo, no se le había expulsado a la vista de la situación que vive Siria. La cuestión es que Baviera empieza a parecerse a Siria. Intentó una masacre de altas dimensiones en un festival de música al aire libre en Ansbach. No se le dejó entrar porque no llevaba entrada. No es descartable que alguna voz, incluso oficial, considere que denegarle el asilo y no dejarle entrar en el festival son razones para el asesinato. A un nivel tan bajo y demencial se está llegando.
Murió en la noche del domingo al detonar un artefacto explosivo que hirió a doce personas. ¡La Policía investiga la posibilidad de que se trate de un atentado islamista! Seguramente lo descartará. ¡Por favor! Es evidente que se trata de un ataque xenófobo contra…alemanes, que le pagaban la estancia al asesino y habrán pagado, indirectamente, los explosivos.
¡El ministro del Interior habla de «abuso» del derecho de asilo!
El ministro de Interior de Baviera, Joachim Herrmann, explicó en rueda de prensa que el hecho de intentar matar a más personas en la detonación, en las cercanías de un festival de música al aire libre, apunta en esa dirección. ¡Qué perspicaz ese ministro!
Pero, ¡ojo!, no hay que darse por vencidos tan pronto. La estúpida policía alemana se centra en el entorno y los contactos del hombre, que “tenía antecedentes policiales” y tampoco ¡se puede descartar que su intención fuera suicidarse! Glorioso. Todos los terroristas suicidas se suicidan. ¡De hecho, lo había intentado dos veces y había pasado por un hospital psiquiátrico! Bueno, los terroristas suicidas, obviamente, no cumplen estándares occidentales de normalidad. ¡A lo mejor estaba influido por Anders Breivik”.
Según la policía, el hombre intentó entrar al festival de música que se celebraba en el centro de la ciudad con asistencia de 2.500 personas, pero no se le dejó pasar, ¿racismo, xenofobia? Porque no tenía entrada. Se está investigando un teléfono móvil que llevaba y también la composición del artefacto explosivo, que contenía piezas de metal.
¡El contribuyente alemán le ha estado pagando dos años de estancia para que preparara la masacre! El hombre, que vivía en un albergue de Ansbach, llegó hace dos años a Alemania y solicitó asilo, pero su petición fue denegada el año pasado; su expulsión del país se encontraba en suspenso ante la situación que atraviesa Siria.
No se pierdan la encantadora reflexión del ministro del Interior de Baviera: Herrmann condenó los «abusos» del derecho al asilo e hizo hincapié en que los refugiados en Alemania deben respetar las leyes y las normas del país. “Abuso” es intentar organizar una masacre.
El político bávaro indicó que el caso será abordado en la reunión que mantendrá hoy la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU) -partido gobernante en ese «Land»-, donde se estudiarán posibles medidas sobre la política de asilo para evitar abusos. La policía, que ha desplegado a alrededor de 200 agentes en Ansbach, abrió una línea de teléfono para recibir información de posibles testigos y difundió una dirección de correo electrónico para recabar fotos y vídeos del entorno de la explosión.
La explosión de Ansbach se produce en una semana en que Baviera ha sido sacudida por sucesivos actos criminales. El pasado lunes un refugiado afgano de 17 años atacó con un hacha y un cuchillo a los pasajeros de un tren regional e hirió a cinco personas antes de ser abatido por la policía. El joven había colgado en internet un vídeo en el que se proclamaba «soldado del califato» y los investigadores asumen que actuó inspirado por la propaganda de Estado Islámico (EI).
El viernes se activó la alarma antiterrorista en la capital del «Land», Múnich, tras abrir fuego en un centro comercial un joven germano-iraní de 17 años, que mató a nueve personas antes de suicidarse acorralado por la policía. Al tiroteo no se le atribuye un trasfondo islamista, sino que se considera un acto de locura homicida por parte de un joven que recibía tratamiento por depresión y que estaba obsesionado por otros baños de sangre.
En medio del pánico desatado por estos ataques, un sirio de 21 años mató el domingo con un machete a una mujer en Reutlinge, en el vecino «Land» de Baden Württenberg, un caso que la policía investiga como posible violencia de género. ¡Elemental, querido Watson! Un hombre y una mujer, a machetazos, pues violencia de género, para que lo entienda una población atontada por la corrección política.
Otros dos refugiados sirios se suicidaron en la masacre de París.
Mientras tanto, en Hungría, que se niega a recibir refugiados, no ha habido ni un solo atentado. ¡Perdón! Ni un acto de locura.