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Federico Trillo, la historia de una gran mentira: El hombre que sabía demasiado

Redacción




Federico Trillo, el hombre que lo sabe todo de las cloacas del PP. /Foto: YouTube.com.
Federico Trillo, el hombre que lo sabe todo de las cloacas del PP. /Foto: YouTube.com.

Yrene Calais

No es el título de una película de Hitchcok, sino más bien la pesadilla de un personaje que se mueve en las ciénagas y lodazales de la Justicia. La incidencia sobre este politicastro que me ha llevado a construir este serial por entregas, casi decimonónico, tiene un sustento documental y veraz como ustedes podrán en breve comprobar. El tema que hoy abordamos se refiere a la transparencia tan cacareada del Partido Popular: Federico Trillo ha sido el hombre que se escondía tras la cortina de la manipulación a todo un sistema judicial, amordazándolo y pudriéndolo de la cabeza a los pies.

El correveidile pasillero que, con las mangas de la camisa arremangadas, sin corbata y a cuello descubierto, acudía, raudo y veloz, como si de un superman de pastaflora se tratara, a remediar todos los males del PP y es curioso porque en este personajillo se da la paradoja de que la valentía y el coraje no son precisamente dos virtudes suyas, sino más bien todo lo contrario, pero de todos es conocido el servilismo con el que se enfrenta siempre a cualquier situación; si hay que complacer a Aznar es un felpudo a su paso, si llega Mariano Rajoy, se comporta como si nunca hubiera tenido otro jefe.

Lacayo de Soraya

Recuerdo en mis épocas de colaboradora en la maltrecha Intereconomía haber visto con estos ojos a aquel diminuto pupitre, porque no podía ser calificado de otra manera, en el que Trillo se sentaba, situado justo delante del despacho de su venerada Soraya Saénz de Santamaría, que parecía más un lacayo o el chico de los recados que un político digno. Allí –figúrensolo ustedes- Federico esperaba el silbato de su jefa para acudir raudo como el personaje de los manguitos que tanto aparece en las obras de Charles Dickens. Si he de ser sincera, esa visión me dejó entonces perpleja, porque vi que tras la fachada de hombre triunfador, se escondía un pobre de espíritu. Pero eso sí, con una ambición por el poder sin límites; un trepa en el más puro sentido de la palabra.

Pero no es por su impresentable condición de lacayo por lo que ha sobrevivido en las turbias aguas de la política, sino porque, como los mayordomos de las novelas negras, ha acumulado conocimientos de las cloacas del PP. El daño que Federico Trillo le ha hecho a la democracia, en su división de poderes, es incuestionable e incalculable, desde el caso Gürtel a la excarcelación de Blesa. Se ha sentado el precedente de que, como dice el autor Enrique de Diego, hay una casta política de intocables, a los que todo les está permitido fuera de la Ley; una Justicia de tiburones y otra de sardinas para el común de los mortales; a las que no importa depredar.

El vasallaje hacia la niñata marisabidilla Soraya Saénz de Santamaría, en primer tiempo de saludo, dio sus frutos. Cuando Federico Trillo sabía que no iba a ir al Gobierno Rajoy, con torpes pecados pasados de aznarismo, por qué creen ustedes que se le premió con un dulce exilio en Londres, quince mil euros al mes y a gastos pagados. La respuesta es muy sencilla: todo el entramado Gürtel está en sus manos, lo conoce al dedillo; los corruptos de la trama tiemblan ante la posibilidad de un Federico cantando o tirando de la manta. Trillo, que maniobró cerca del juez Pedreira para dar carpetazo, ha sentado precedente de una Justicia que toma medidas ejemplarizantes contra los jueces desobedientes (Elpidio), con un Consejo General del Poder Judicial politizado, en el que Trillo ha mangoneado todo lo que ha podido y más y desde el que se asciende a quienes miran para otro lado o actúan de protectores de los corruptos. No es extraño que por esta línea, el PP, como antes el PSOE, quiera eliminar la acusación particular.