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El terrorismo indiscriminado tiene base sólida en El Corán

Redacción




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Miguel Sempere

El terrorismo indiscriminado es coherente con las enseñanzas de El Corán, tiene base sólida en sus textos. Esa crueldad de matar a personas que el terrorista musulmán no conoce y no distinguir entre varones, mujeres, ancianos o niños posee una terrible coherencia con el texto que no se discute, ni se debate, sólo se aprende y se recita.

Cuando el asesino de Niza, en su genocida carrera de dos kilómetros por el Paseo Marítimo, se dirige especialmente hacia un tiovivo, donde hay niños, El Corán no le plantea ninguna duda moral ni humanitaria, pues son simplemente no musulmanes, o en la terminología coránica, infieles.

Mahoma era analfabeto y no dejó nada escrito, sus enseñanzas, sus relatos, son, a su muerte, recitados, transmitidos oralmente o escritos en hojas de palmeras, trozos de cuero o huesos. Ante la existencia de diversas versiones –poseer una era un factor de poder, de legitimidad-, el califa Utman ordenó la recopilación canónica de un texto único oficial. Los chíies sostienen que ese texto fue mutilado para no incluir una Sura o capítulo dedicado a los derechos de Alí, el yerno de Mahoma.

A pesar de esa historicidad del texto, los musulmanes afirman que El Corán es copia de un libro que está en el cielo escrito por Alá. Por tanto, no se puede discutir, ni interpretar histórica o alegóricamente.

Al ser, una recopilación es un libro muy reiterativo que, por ejemplo, cuenta la historia de Noé, 52 veces.

Internamente, tiene muchas contradicciones. Unas aleyas o párrafos dicen cosas distintas o contrarias a otros. Esas contradicciones se resuelven aplicando la llamada ley del abrogante y el abrogado, de forma que la última aleya, en relación con una contradicción, es la que vale, abrogando a la o las anteriores.

Según El Corán utilizado en la Mezquita de la M-30, editado y traducido bajo la supervisión del Ministerio de Asuntos Religiosos de Arabia Saudí, la aleya válida en relación con los no musulmanes es la llamada de la espada, que está en la Azora II, aleya 187:

“Matadlos a todos allá donde los encontréis”.

Como puede verse, no admite muchas interpretaciones y es un designio de genocidio. Se indica que así se refleja en El Corán editado por el citado Ministerio Saudí, porque eso implica que es válido para todo el wahabismo, que es la corriente dominante en el sunismo, y específicamente en toda Europa, pues la expansión de las mezquitas y la manutención de los imames la ha financiado la petromonarquía saudí.

El Corán cuenta como Mahoma extermina tribus enteras, como mata a todos los prisioneros:

“No es digno del Profeta tener prisioneros hasta que haya cubierto la tierra con los cadáveres de los incrédulos”.

La guerra es santificada, es precepto, y no es defensiva:

“¡Combatid a quienes no creen en Alá ni en el último día ni prohíben lo que Alá y su enviado prohíben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el libro! Combatidlos hasta que paguen la capitación y ellos estén humillados” Azora IX, aleya 29.

“No hay ciudad a la que nosotros no aniquilemos o atormentemos con terrible tormento antes del día de la resurrección” Azora XVII, aleya 60.

“Matadlos hasta que la idolatría no exista y esté en su lugar la religión de Alá”. Azora II, aleya 189.

“Malditos donde quiera que se encuentren, serán cogidos y asesinados sin piedad, según la costumbre de Alá con aquellos que les precedieron”. Azora XXXIII, aleya 61.

“Cuando encontréis a quienes no creen, golpead sus cuellos hasta que les dejéis inermes” Azora XLVII, aleya 4.

“Se os prescribe el combate, aunque os sea odioso”. Azora II, aleya 212.

“¡Profeta! ¡Combate a los infieles y a los hipócritas! Sé duro con ellos”. Azora VIII, aleya 74

Yo estoy con vosotros. ¡Consolidad en sus puestos a quienes creen! ¡Arrojaré el pánico en el corazón de quienes no creen! ¡Golpeadles encima del cuello! ¡Golpeadles en la yema de los dedos!” Azora VIII, aleya 12.

De hecho, el no musulmán es deshumanizado en El Corán. Puede entenderse, a la vista del siguiente texto coránico, las degollaciones con las que ejecutan los del Daesh a sus víctimas, pues es como el sacrificio de un animal (del cordero, por ejemplo), desangrándolo:

“Las peores bestias, ante Alá, son los infieles” Azora VIII, aleya 57.

Parecería que ninguno de los dirigentes occidentales, ni sus múltiples asesores, ni ninguno de los profesores universitarios, ni inguno de los periodistas han leído nunca El Corán y desconocen, por tanto, estas citas textuales –hay otras muchas, varias de “Alá les mate”-. No se entiende que personas de responsabilidad o incluso destacados miembros de la Judicatura o de las Fuerzas de Seguridad de las naciones europeas hablen de radicalización o, como se ha dicho respecto al asesino de Niza, de radicalización rápida. Los textos coránicos son en sí bastante radicales. Los terroristas musulmanes no hacen nada distinto de lo que se ordena y se ensalza en El Corán, al margen del velo que extrañamente se ha querido extender y se sigue extendiendo sobre las ingenuas y desarmadas sociedades occidentales.

Tampoco la mayor o menor religiosidad aparente es un dato relevante, pues si se muere en la guerra santa se tiene la consideración de sahid y toda la vida anterior queda perdonada, se va, supuestamente, directamente al cielo con el premio de 72 huríes, vírgenes “no tocadas por hombre o demonio”, de “ojos almendrados”.

El lector puede juzgar por sí mismo el contenido de los textos coránicos, pues no son nada esotéricos, ni metafóricos. De hecho, el mundo se divide en Dar-al-Islam, la casa o tierra del Islam (sumisión, esclavitud), donde han gobernado o gobiernan los musulmanes, y les pertenece. Un criterio que aplican a Al Andalus. Y Dar-al-Harb, la casa de la guerra, aquella parte de la Humanidad que no es musulmana y sobre la que es obligatorio practicar la guerra santa.

Las citas textuales no son de ninguna mala traducción, como suelen insinuar los musulmanes para seguir manteniendo una peligrosa ignorancia, sino que están cotejadas tanto en la traducción de Julio Vernet como con la citada del Ministerio de Asuntos Religiosos de Arabia Saudí.

Suele decirse que el mayor número de víctimas del terrorismo integrista son musulmanes. Conviene precisar que suelen ser chíies, dentro de la secular disputa, surgida a la misma muerte de Mahoma, entre los partidarios de Alí –monarquía hereditaria- y los de Abu Bakr –monarquía hereditaria-. Además, los integristas consideran que la mayoría de los musulmanes han apostatado y la sangre del apóstata siempre es lícita. El fanatismo siempre establece una competencia interna sobre el grado. Pretender que hay un islamismo moderado y otra radical es desconocer El Corán.