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Merkel no sólo ha destruido Alemania y Europa, también Turquía

Redacción




Ángela Merkel con Recep Tayyid Erdogan, en su vista electoral de 2015. /Foto: dw.com.
Ángela Merkel con Recep Tayyid Erdogan, en su vista electoral de 2015. /Foto: dw.com.

Virginia Montes

La inútil de Ángela Merkel está produciendo un destrozo monumental haya por donde pasa. Es peor que Atila, pero además ni tan siquiera se da cuenta de las consecuencias de sus actos. Provocó la ola de refugiados con un efecto llamado de su Oficina del Refugiado y Servicios Sociales y se fue a hacer campaña por Erdogan, dándole la mayoría absoluta.

La islamización forzada de Turquía por el partido Justicia y Desarrollo y por el iluminado psicópata Recep Tayyip Erdogan ha situado a Turquía en una situación explosiva, próxima a la guerra civil. Media Turquía, laica y demócrata, está siendo acosada por el integrismo militante de Erdogan, uno de los creadores del Daesh y que a través de su Bilal se ha lucrado del petróleo de los islamistas. Mientras los atentados han sido contra los kurdos y contra la oposición, Erdogan no ha hecho nada, salvo acusar a los kurdos. Sólo cuando, en la competencia genocida entre fanáticos, el Daesh ha atentado contra el aeropuerto internacional Kemal Ataturk de Estambul, la población ha visto que no ofrece seguridad a nadie, y lo han visto los militares, una facción de los cuales, a la desesperada, ha intentado enderezar la situación.

Entre medias, de dos años de caos, quien intervino decisivamente para estropearlo todo y deteriorar la situación fue la inútil, incompetente y destructiva Ángela Merkel –la destructora de sociedades y naciones.

Elecciones repetidas porque Erdogan quería mayoría absoluta para dotarse de plenos poderes

El 7 de junio de 2015, Erdogan y el AKP, Justicia y Desarrollo, sufrieron un varapalo electoral. Aunque ganaron con el 40,87% de los votos, perdieron la mayoría absoluta, por primera vez desde su acceso al poder. La derrota fue más significativa por dos cuestiones. La primera porque el objetivo del partido Justicia y Desarrollo era conseguir la mayoría absoluta, 330 diputados, para proceder a un cambio constitucional a fin de dotar de plenos poderes al presidente, el autócrata Erdogan. La segunda que los kurdos a través del Partido Democrático del Pueblo, con el apoyo de una parte de la izquierda militante, obtuvo representación parlamentaria con el 13,12 de los votos.

Había que repetir las elecciones, fuera como fuera, porque Erdogan quería aumentar sus poderes. Así que tras unas negociaciones ficticias se volvió a llamar a los turcos a las urnas y Justicia y Desarrollo obtuvo el 49,50% de los votos y la mayoría absoluta parlamentaria. ¿Qué sucedió para ese cambio? Ciertamente, Erdogan exhibió el argumento de que una coalición de partidos minoritarios no daría estabilidad, pero ese argumento lo había utilizado en todas las elecciones, y también en la de junio.

Ángela Merkel con el entonces primer ministro turco, Ahmet Davutoglu. /Foto: dw.com.
Ángela Merkel con el entonces primer ministro turco, Ahmet Davutoglu. /Foto: dw.com.

En plena campaña electoral, el 19 de octubre, hubo una aparición estelar: la de Ángela Merkel, quien se entrevistó, en plena francachela moral, con Erdogan y con el primer ministro, Ahmet Davutoglu. Merkel asumió los siguientes compromisos:

1.- Abrir en 2015 el capítulo 17” —relativo a la economía— y a “preparar” la apertura a negociaciones de los números 23 y 24, sobre justicia, libertades y derechos fundamentales, en 2016, de cara a la entrada inmediata de Turquía en la Unión Europea. Erdogan, en su comparecencia con la canciller, pidió “apoyo” de Alemania, Francia, Reino Unido y España para facilitar la entrada de Turquía en la UE.

2.- Eliminar la necesidad de visados para los ciudadanos de Turquía, a fin de que puedan entrar y viajar libremente por las naciones de la Unión Europea.

3.- Una donación de 3.000 millones de euros al Gobierno turco.

4.- “Establecer vías de emigración regulada y coordinada y debemos ver formas de apoyar a Turquía y cómo posibilitar una migración regulada hacia la Unión Europea”. Es decir, convertir a Erdogan en el monopolista del tráfico de emigrantes.

Era Bienvenido, Mr Marshall, pero sin ironías ni bromas. Una auténtica piñata. El pueblo turco entendió el mensaje: su presidente, un narcisista, exhibía un poder extraordinario con la líder de Europa, la misma que humilla a los griegos. ¿Cómo rechazar regalos tan impresionantes e inesperados?

Y también lo entendió Erdogan, quien, poco después, exigió que se cercenara la libertad de expresión en Alemania.

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