Luis Bru
El asesino de Niza era francés, de Niza, según las primeras versiones. Tunecino, con permiso de residencia tras su identificación. Los asesinos de la masacre de París eran belgas y franceses, salvo dos que vinieron de Siria.
Miles de jóvenes ingleses, franceses, holandeses, belgas, españoles han marchado a Siria a matar y asesinar enrolados en el Daesh con voluntad de exterminar a todos sus connacionales. Para ellos, la nacionalidad no significa nada, sólo vale como una patente de corso para sus planes genocidas.
Han nacido en Francia, Bélgica, España, Inglaterra…pero no sólo odian cuanto esas naciones han significado o significan, sino que quieren exterminar al resto de sus connacionales, no musulmanes.
Han sido tratados con exquisito buenismo, han estudiado en las escuelas, se han beneficiado, en ocasiones, de ayudas sociales, pero no se sienten franceses, ingleses, ni alemanes, ni holandeses, ni españoles…¿Lo son?
El multiculturalismo ha generado una sociedad en conflicto. Negarlo, mediante la tiranía de la corrección política, con su secuela de autocensura suicida, ya es imposible. Cuando Hollande dice que “Francia está en guerra” no asume ni su propia responsabilidad, ni la de su partido, ni tampoco sus consecuencias, porque el enemigo está dentro y, a veces, incluso ha nacido aquí.
El multiculturalismo, esa locura impuesta desde arriba, desde los líderes políticos, desde las cátedras universitarias y desde los degradados medios de comunicación, ha deteriorado el concepto de nacionalidad. Los ingleses, con el Brexit, se han rebelado contra esta deriva decadente. Han visto como sus dirigentes políticos concedían la nacionalidad de manera generalizada, en ceremonias laicas. No ha surgido ningún islam europeo; los asesinos son inmunes a las doctrinas de los derechos humanos enseñadas en las escuelas laicas. El peor verdugo del Daesh, el más sanguinario, era un inglés. Pero, de verdad, ¿era un inglés o era un enemigo de Inglaterra?
Una nación es una narrativa común, un plebiscito de los siglos, con una identidad basada en unos principios comunes. Al menos, dos claros para pertenecer al club privado que es una nación, con territorio delimitado: 1.- El respeto a la vida de los demás, la voluntad clara de no exterminarlos. 2.- La igualdad básica entre hombre y mujer.
Quien no asuma esos principios debe ser despojado de la nacionalidad. No se debe conceder a nadie sin esos requisitos. Nacer no es suficiente, es un hecho accidental. Quien quiere exterminar al resto debe ser despojado de la nacionalidad.