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Federico Trillo: La historia de una gran mentira

Redacción




Federico Trillo, miente más que habla. /Foto: pp.es.
Federico Trillo, miente más que habla. /Foto: pp.es.

Yrene Calais

En la vida de Federico Trillo todo es apariencia. El espejismo de un falso triunfo. Una figura luminosa y paradigmática en los foros internos del Opus Dei, pero a mí no me engaña, nunca me ha engañado este personaje.

Hace muchos años que he seguido su pista. Desde su etapa de jurídico de la Armada cuando, por influencias –como señalan fuentes solventes- de su padre consiguió un puesto vitalicio en la Administración para su esposa María José y tenía un afán voraz y compulsivo, según esas fuentes directas, por coleccionar objetos de antigüedad relacionados con el mar, para lo que utilizaba, en su propio provecho, a la marinería, a la que obligaba, con riesgo, especialmente a los buceadores, grupo de élite, a recuperarle ánforas con el aceite aún conservado. Esta aficioncilla cleptomaniaca he podido contrastar, con fuentes de su gabinete ministerial en Defensa, nunca la ha abandonado.

Mezquindad y menosprecio a los héroes del Yak 42

En esta etapa, se producían señalamientos de pequeñas cantidades para carteritas, cinturones y algunas otras fruslerías de Loewe, con cargo al contribuyente, que cuando eran advertidas por sus colaboradores militares, él replicaba que procedían de la generosidad de su querida y amada esposa. Y así, en dicho Ministerio se fue escribiendo la historia hasta el día de la tragedia del Yak 42, donde se puso de manifiesto la mezquindad y el menosprecio con que fueron tratados estos héroes de España, transportados en los aviones más desfasados y anacrónicos que la corrupción soviética había dejado como herencia. Todo el gusto por el lujo y el fasto personales, contrastaba con la miseria de los viajes de los soldados arriesgando su vida. ¡Qué siga después de eso en la vida pública es una vergüenza que clama al cielo!

Muchos nos hemos preguntado por qué este hombre, falto de carisma político, de fineza, de sutileza gestual y de cualquier aditamento, a la par de ambicioso que se lamentaba de que a sus cuarenta años aún no había conseguido ser ministro como Luis Gámir y tener 40 millones de pesetas de los de entonces, año 1992, en la cuenta bancaria, siguiera desempeñando un papel político. La respuesta es muy simple y ahora se
ha desentrañado con el caso Bárcenas: Federico era el hombre que sabía demasiado, el hombre del sistema al que había que mantener a cambio de su silencio, el correveidile de jueces, fiscales, magistrados y componendas fuera de toda legalidad. A Federico había que darle lo que pidiera y él sabía que el acto de nepotismo de colocar a sus dos amadas hijas, con «oposición”, por supuesto, que nadie me da fe de la transparencia, como letradas de las Cortes, mientras él ostentaba el cargo de presidente, iba a ser pasado por alto, pero no, señores, para mi no.

Conozco demasiado bien cómo se las gasta el personaje. Usted, señor Trillo, creerá que puede engañarnos a todos, pero a mí no. Sé muy bien que a usted le va el chalaneo gitanesco y mercadillero y que es un ser carente de ‘background’, por muy embajador de la City que, con calzador y tras muchas presiones a Margallo, ha conseguido.

Para empezar, ni siquiera conoce bien el idioma inglés y mucho menos es usted un especialista en Shakespeare porque, como muchos conocemos, debería usted contar quién le hizo a usted la tesis. Parece que una noche en una cena privada, entre amigos dramaturgos, Conejero, entre alcohol y cafenitrina para su dolencia cardiaca, se fue de la lengua.

Por otro lado, yo ya lo sabía, porque ni siquiera esos brillantes informes jurídicos que usted presenta al partido son suyos. Usted utiliza a catedráticos y prestigiosos juristas especialistas en determinadas materias, de modo que, como alguno ha referido, les trata como kleenex de usar y tirar. No son, por tanto, el agradecimiento y la generosidad virtudes suyas.

Lo que usted no sabe es que conforme su boato, que le encantó, como demostró cuando ocupó la casa oficial en el Congreso de los Diputados, y su prestigio cara a los miopes votantes del PP iba creciendo, su desprestigio personal cara a los íntimos y amigos era cada día más grande.

Ahora debería explicarnos el porqué de su status diplomático en Londres, si es por huir del peso inexorable de la Justicia, que tarde o temprano, se va a materializar en forma de imputación por múltiples causas, o es simplemente por seguir la dinámica mentirosa que acompaña su trayectoria vital de pudridor de la Justicia y de abogado de los corruptos gurtelianos con “pompa y circunstancia”.