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España, en el día de la marmota

Redacción




Enrique de Diego

La nación ha quedado atrapada en el tiempo, en un continuo dèja vu, en un eterno retorno al día de la marmota.

Cada día una serie de políticos insustanciales, de liderazgos débiles, rodeados de tiralevitas y aduladores, evacúan declaraciones manidas, de contenido meramente táctico y cortoplacista, centrados en su estricto interés personal, sin entrar, ni por asomo, en los problemas profundos de España; cada día más problemas y más profundos.

Los mismos personajes se dicen y se desdicen en el mismo día y sólo hablan de sus pactos y componendas, de sus sillones y de su botín, mientras la vida real se desarrolla al margen de este galimatías vacuo; de este patio de Monipodio, en el que los lacayos, travestidos para el permanente carnaval de periodistas cultiparlantes, escudriñan tediosos y zumbones –como las moscas en su mejor deleite gastronómico- en matices retóricos de vetos y líneas rojas, que cambian continuamente.

Hacia una España de amos y esclavos

El trabajo es cada vez más precario y peor pagado, aunque no venga mal su creación, pero genera el inquietante horizonte de una España de amos y esclavos. La demografía se mueve en pautas de depresión suicida. La deuda ronda el 100% del PIB. El Gobierno se ha acostumbrado a meter la mano en la hucha de las pensiones y ya no quedan fondos más allá de finales de 2017. Es probable que el PIB esté inflado el 18%, porque no hay nadie que se crea las cuentas oficiales. Estamos a la espera del multazo de esa UE de la que mucha gente quiere irse y no sólo los ingleses. No hay dinero para nada pero seguimos trayendo musulmanes a vivir del cuento y a sangrar al contribuyente. Seguimos soportado unas autonomías que no hay sociedad que las sostenga y unas diputaciones que sólo sirven para que abreve esta plaga de políticos profesionales, esta casta, que chupa como sanguijuelas la riqueza nacional menguante.

Pero si pones la televisión no pasa nada: los mismos políticos banales haciendo declaraciones insustanciales. Algún suceso y luego teleseries y fútbol para una sociedad degenerada, depravada, sin textura ni energía vital.

A la casta le conviene el inútil de Mariano Rajoy

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Por encima y por debajo de esa maraña de superficialidad, a la casta le conviene que Mariano Rajoy, puesto que este tarugo trincón no se va a ir ni por las buenas no por las malas, pues es un aburrido acomplejado, un vago de siete suelas. Y la casta aquí y ahora es Felipe de Borbón, y otro Felipe, González, el amo del cortijo socialista andaluz. No puede haber elecciones y no puede llegar al poder Podemos. Esa es la sentencia zarzuelera. Rajoy depende del PSOE y Felipe González va a intentar entregarle en bandeja la cabeza de Pedro Sánchez, después de que la empalagosa y garbancera Susana Díaz baile un poco. Otra cosa es que la consigan que Pedro Sánchez hasta ahora se ha mostrado correoso.

Ciudadanos está a la baja, fuera de juego, pero Albert Rivera, tan inconsistente, tan charlatán de feria, puede adornar cualquier enjuague con algún Ministerio en el que colocar a las marionetas metrosexuales que lo acompañan con la sonrisa impostada.

El problema para la casta es que Rajoy no puede asegurar un Gobierno estable, en ningún caso. Que el PSOE se abstenga en la investidura, no da ninguna estabilidad. Porque no van a hacer un pacto de legislatura que sería un apaño y, además, Mariano Rajoy es un personaje intratable, una persona indecente carente de dignidad.

Podemos ha de debatir si Parlamento, y acomodarse, o calle, o Parlamento y calle.

Y no se puede descartar, que un Pedro Sánchez resistente al encono de la andaluza, aún consiga formar gobierno con Podemos y Ciudadanos, que es lo que, de verdad, han marcado las urnas, aunque no le guste nada, pero nada, a la casta parasitaria y expoliadora.