Virginia Montes
El triunfo del Brexit está removiendo las turbulentas aguas políticas de Inglaterra. Primero fue la dimisión de David Cameron directamente implicado y ahora los diputados laboristas quieren cobrarse la cabeza de Jeremy Corbyn al que acusan de tibieza en la campaña. En realidad, han sido los votantes laboristas, de los barrios obreros, los que han dado la victoria al Brexit, pero eso no tiene que ver con Corbyn sino con una realidad que los trabajadores perciben: los problemas cotidianos de la multiculturalidad que les imponen la UE y sus dirigentes laboristas. Corbyn está mucho más cerca del electorado que sus críticos.
El 81% de los diputados laboristas han votado en contra de su líder, Jeremy Corbin, en la moción de confianza presentada en el Parlamento. Tan sólo 40 parlamentarios (frente a 172) cerraron filas en el momento crítico con Corbyn, que llegó al liderazgo laborista hace un año con el apoyo del 58% de los militantes y con un programa de izquierda «radical». La decisión no es vinculante. Como tampoco el hecho de que casi todo el Gobierno “a la sombra” también haya dimitido. Corbyn fue elegido en un Congreso y tendrá que ser en un Congreso donde se decida su salida o su continuidad.
Corbyn advirtió que el voto de sus propios diputados «no tiene legitimidad constitucional». El líder laborista recordó que fue elegido «democráticamente» y aseguró que no puede «traicionar» al 60% de los militantes de base que votaron por él hace apenas nueve meses. Ajeno al motín parlamentario, y haciendo buena su fama de testarudo, hizo una última llamada a la unidad.
El líder laborista advirtió que el Gobierno conservador está «en el caos» y que es responsabilidad de la oposición marcar el camino «para proteger los empleos y los salarios» de cara a la salida de la UE. Jeremy Corbyn, que cuenta aún con el respaldo de los sindicatos, recalcó que dos tercios de los votantes laboristas votaron por la permanencia en la UE y recordó que el partido logró sus mejores resultados en las elecciones locales de mayo bajo su dirección.
El voto laborista en los bastiones del partido en el norte de Inglaterra y de los Midlands fue vital para la victoria del Brexit. Corbyn, euroescéptico de toda la vida (en 1975 votó en contra del ingreso en la Comunidad Económica Europea), fue criticado repetidas veces por su falta de implicación en la campaña.
Chris Bryant, que dimitió el domingo como miembro de su equipo, declaró a la BBC que tiene la sospecha de que su líder votó a favor de la salida de la UE. «No quiso decirme lo que había votado», confesó Bryant. «Pero durante toda la campaña su actitud fue tan cercana a la ineptitud, que mucha gente no sabía realmente cuál de las dos opciones defendía».
El lunes por la tarde, Jeremy Corbyn se dio el último baño de masas ante los más de 5.000 seguidores que se llegaron a reunir la dar su apoyo en sus momentos más críticos. «Quien quiera liderar el Partido Laborista tendrá que hacerlo en unas elecciones democráticas», advirtió Corbyn, que agradeció el respaldo de los militantes y les pidió encarecidamente: «Seguid juntos, fuertes y unidos».