Luis Bru
Con 7.897.891 votos, 33,02%, 137 diputados y un mapa de España, superando ampliamente el listón autoimpuesto del 30%, Mariano Rajoy es el ganador de las elecciones, pero necesita al PSOE para gobernar en la gran coalición o habrá sido una victoria pírrica.
A Mariano Rajoy y al PP les ha funcionado la estrategia de campaña: diabolizar a Podemos como un populismo antisistema e irresponsable que podía alcanzar el poder y recuperar los votos cedidos a Ciudadanos, en continuas llamadas a concentrar los votos de los moderados.
Desaparecida de la campaña prácticamente toda referencia a la corrupción, el PP se ha movido más suelto, pisando la calle y sin refugiarse en los mítines, presentándose como el partido de la estabilidad del sistema frente a las incertidumbres y los peligros del cambio.
Ha sabido también concentrar el esfuerzo en las circunscripciones donde había diputados en litigio e incluso ha podido resultar beneficiado por las incertidumbres europeas añadidas de la victoria del Brexit.
Sin embargo, nos encontramos ante el mismo trabalenguas del 20D: el PP es el partido más votado, pero no quien ha ganado, por ahora, las elecciones, puesto que no ha obtenido la mayoría absoluta y siendo elecciones parlamentarias ha de configurar una mayoría parlamentaria suficiente. La suma con Ciudadanos no le vale: 169 escaños no sirven para formar Gobierno. Tampoco le resultaría suficiente la suma del diputado de Coalición Canaria y los 5 del PNV, difíciles de conseguir y de explicar a ambos electorados, fuera de la afinidad genérica del centroderecha.
O Mariano Rajoy consigue la histórica “gran coalición” a la alemana, o la abstención del PSOE en la investidura, o habrá sido una victoria pírrica.