Virginia Montes
En Yemen se están produciendo crímenes contra la Humanidad y se está desarrollando una guerra, olvidada, de una crueldad igual o superior a la que tiene lugar en Siria y a Irak.
Es una guerra que no interesa, que no sale en los medios de comunicación, quizás porque en Yemen no hay petróleo, quizás porque uno de los actores principales es Arabia Saudí, que está perpetrando una acción de imperialismo religioso y que lidera una coalición internacional suní que el 25 de marzo de 2015 empezó ataques aéreos, que frecuentemente son contra población civil. Los Saud, ya se sabe, tienen bula.
En buena medida, lo que se dirime en Yemen es el secular y enconado conflicto entre suníes y chíies. Por una parte, está la etnia de los huzíes, chíies, de la secta zaidi, aliados de los simpatizantes de expresidente Ali Abdullah Salet. Por la otra, las etnias contrarias a los huzíes, los suníes, partidarios del presidente Abd Rabbu Mansour.
El conflicto se está desarrollando con una crueldad genocida, ante el silencio cómplice de medios y naciones. Se calcula que el 83% de la población depende actualmente de la ayuda humanitaria.
La coalición liderada por Arabia Saudí ha impuesto un bloqueo aéreo y naval contra los huzíes que ha limitado seriamente la importación de productos básicos, de subsistencia, y de combustible. Se está obstaculizando seriamente el acceso al agua, alimentos y asistencia humanitaria. Los huzíes tampoco andan lejos en las fechorías: asedian la ciudad de Taiz dispuestos a matar por hambre a defensores y moradores. Una guerra en la que los civiles son rehenes de ambos bandos.