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Pablo Iglesias, entre el casticismo y la picaresca

Redacción




Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. /Foto: 20minutos.es.
Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. /Foto: 20minutos.es.

Miguel Sempere

Sólo la torpeza que rodea a Rajoy puede explicar la sobreactuación en la crítica a Podemos que no hace más que fortalecerlo y alimentarlo.

Todos los miedos han sido aventados, desde el retorno al 36, al hundimiento económico, pasando por el chavismo y las diversas formas fracasadas del comunismo. Pero ni Pablo Iglesias es Lenin, ni Iñigo Errejón es Trotsky. Lenin, por ejemplo, no tenía vanidad sino sólo voluntad de poder. Nunca hubiera ido a una televisión y a Pablo Iglesias las cámaras le gusta más que a un tonto un lápiz.

Ni Venezuela ni Irán han financiado nunca a Podemos, que se ha autofinanciado, aunque sí parece que ambos patrocinaron los programas televisivos de la troika: Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y el más jacobino y purista, Monedero, que se sacrificó o fue sacrificado. Es distinto, moralmente, traerse el dinero de Venezuela que llevárselo a Suiza o a Panamá. Hay en ese episodio algo de picaresca, como una especie de estafa: en España la corrupción está tan generalizada, que fuera de la casta y sus intereses no hay financiación, así que los citados tuvieron la inteligencia de romper el cerco, de montarse en el tren puesto por Alemania, como hizo Vladimir Illich Lenin camino de la revolución de octubre.

Desvergüenza zarzuelera

Más que marxismo-leninismo o que chavismo, lo que exudan los líderes de Podemos es casticismo y cierta desvergüenza zarzuelera, como cuando Pablo Iglesias retaba a la “caverna” catódica a que lo invitaran para debatir, hasta que picó el anzuelo el incauto Julio Ariza, o, recientemente, en los elogios envenenados a Zapatero para debilitar a Pedro Sánchez. Y algo de suerte torera, como cuando Soraya Sáenz de Santamaría se dedicaba a llamar a Mediaset y a Atresmedia para que dieran cancha a Pablo Iglesias, pues podía servir para dividir el voto del PSOE. El experimento se les ha ido de las manos y ha dejado de ser un juguete.

Su programa Ikea tiene demasiados cheques en blanco, pero sus ayuntamientos han reducido la deuda y, como dice Pablo Echenique (es inimaginable en las filas de Ciudadanos), son “los que no roban”. Por de pronto, porque no han podido y ahí hay que concederles la presunción de inocencia; no en el nepotismo, porque ya han caído.

Están poniendo a la casta contra las cuerdas y eso es una proeza. Están a punto de llevar al paroxismo al PSOE, el partido más antiguo de España, y eso era impensable hasta que una multitud despechada y asqueada y humillada por tanto robo y tanto recorte se concentró, un 15M, en la tan patriótica Puerta del Sol y unos listos, profesores de segunda de una Facultad deleznable como la de Políticas, de una Universidad anémica como la Complutense, consiguieron capitalizar el descontento y ponerse al frente de la manifestación, en la que, en la base, hay un grito de coraje y dignidad: “Sí se puede”.