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Groseras mentiras y manipulaciones de Público sobre eso de la islamofobia

Redacción




Mezquita de la M 30, financiada por Arabia Saudí./Foto: ultimahora.es
Mezquita de la M 30, financiada por Arabia Saudí./Foto: ultimahora.es

Luis Bru

El 5 de junio de 2016, el digital de referencia de la ultraizquierda, Público reprodujo una mendaz “guía para combatir los principales mitos que la alimentan la islamofobia”. Con los cuatro expertos musulmanes de rigor, cualquier parecido con la verdad pura coincidencia, al servicio de la mayor manipulación perpetrada en la historia reciente.

Por si significara algún signo de cambio en los signos de los tiempos, Público retiró al día siguiente la exacerbada patraña. De manera provocativa, el texto estaba ilustrado con la imagen de una musulmana con niqab ante la sede de la UE en Bruselas. Crecidos, los supuestos interesados ‘expertos’ arremetían a diestro y siniestro: “en una muestra de hipocresía, la derecha adoptó los argumentos de la izquierda islamófoba, como la defensa de las mujeres y la laicidad”.

Así que la izquierda no sólo no se quedaba fuera de la crítica, sino que era situada como el foco del mal. Lo de ese palabro de la ‘islamofobia’ es la mayor y peor manipulación de la historia reciente, al servicio de los designios criminales, genocidas y totalitarios de la secta islámica. Se pretende colar como un delito, tipificado, a base de insistencia en el término y de su similitud con las fobias que pueblan el paisaje de los abrumadores de culpa con los que se ha atenazado a las sociedades occicentales.

La legítima crítica a los contenidos irracionales del islamismo, a la exaltación del asesinato de los no musulmanes, con todo lo que ello conlleva de defensa de la libertad y la civilización, trata de esa manera de ser diabolizado para imponer una autocensura, incluso situando a los musulmanes en el papel de víctimas: “tienen que soportar ataques constantes”.

La delirante Guía de Público establecía, como grosera y superlativa manipulación, cuatro mitos, que, en realidad, con cuatro verdades evidentes y contrastables. Llaman mitos, pues, a sólidas verdades: El hiyab va contra la mujer y muestra una falta de integración en la sociedad occidental, Los musulmanes abusan de nuestro sistema y no se integran en nuestra sociedad, Todos los islamistas son unos terroristas, En las mezquitas, sólo hay radicales que fomentan el terrorismo y El Corán sólo incita al odio.

Verdad 1.- El hijab va contra la mujer y muestra una falta de integración en la sociedad occidental

La completa falta de integración es una verdad manifiesta tanto en mujeres como en varones. Quien ha descrito mejor la situación ha sido el presidente de Hungria, Viktor Orban: están creando sociedades paralelas. Hay ya guetos por casi todas las ciudades europeas, los hay en Londres, en París, en Marsella y el caso extremo de Molenbeck en Bruselas. Y los hay en muchas ciudades españolas.

Los musulmanes no pueden integrarse porque no deben, según los mandatos coránicos. El Corán prohíbe cualquier trato o amistad con no musulmanes, para lo que no hay otro destino que el asesinato. Matarás al no musulmán, es el precepto coránico por excelencia, machaconamente repetido.

Por supuesto que el hijab no es voluntario, es un precepto coránico. “Di a las creyentes que bajen sus ojos, oculten sus partes y no muestren adornos. ¡Cubran su seno con el velo!” (Azora XXIV, aleya 31). Desde el hijab, al shador, al niqab y al burka, no se trata de una costumbre, ni de una curiosidad, sino de una imposición religiosa, que proclama la inferioridad de la mujer y su sumisión al macho. “Los varones están por encima de las mujeres” (Azora IV, aleya 38). En muchas sociedades musulmanas, las mujeres ni tan siquiera pueden salir a la calle si no van acompañadas por su esposo o su padre o un hermano. En los hadices se relaciona el hijab con el hecho de que, después de una batalla, los musulmanes violaban a las mujeres, y si las musulmanas no llevaban el velo, podían encontrarse en medio de la refriega.

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Por supuesto, El Corán permite y orden pegar a la mujer. “A aquellas de quienes temáis la desobediencia, amonestadlas, encerradlas en sus habitaciones, golpeadlas” (Azora IV, aleya 38)

El uso del velo no es voluntario y si bien algunas musulmanas tienden a proclamar que lo usan en ejercicio de su libertad eso no es más que una argucia similar al esclavo que adujera que llevaba la argolla porque quiere. El velo es inferioridad de la mujer y, por supuesto, una barrera de segregación. Y por su uso, vela el imam. Cuando en España, una mujer musulmana deja de usar el velo, el imam de turno sigue tres pasos: 1) visita a la familia y les reconviene, 2) cita con sus nombres a las mujeres que no llevan el velo en la oración del viernes, 3) llama por teléfono a sus familias, en Marruecos o Argelia…, para informarles de que su hija está abandonando la fe y se porta como una perdida. Cuando se trata de una mezquita importante y el imam tiene una policía religiosa, se pasa a las coacciones físicas: ruedas pinchadas de los coches, pedradas a las casas o la simple vigilancia por los matones religiosos.

Verdad 2.- Los musulmanes abusan de nuestro sistema y no se integran en nuestra sociedad

No sólo son una sociedad paralela, sino que también es un sociedad parasitaria, que vive de las ayudas sociales, de Cáritas, de las parroquias, de la enseñanza y la sanidad gratuitas, representando una pesada carga que está hundiendo el Estado de bienestar, al haber pasado a un insostenible Estado asistencial, que ofrece todos sus servicios a quienes no contribuyen.

Por supuesto, ahora ya nadie dice aquello antes tan repetido de que los inmigrantes nos iban a pagar las pensiones, porque hay pocas dudas de que no habrá pensiones o serán irrisorias. Entre los inmigrantes, los musulmanes son los que realmente abusan del sistema y lo tienen como una consigna. En las mezquitas se les recomienda acudir a Cáritas, que tiene incluso comedores sociales sólo para musulmanes, y las parroquias católicas están dedicadas apasionadamente a la asistencia social de los musulmanes.

Un argumento falaz es que como son jóvenes usan menos los servicios sanitarios, pero, por de pronto, su mayor demografía les hace demandar sanidad en mayor medida. Tienden, además, a conseguir medicamentos, que luego se venden en sus países de origen. Muchos viven sólo de las ayudas sociales. Se han especializado en la Garantía de Ciudadanía de los ayuntamientos. Sus hijos, sin que ellos contribuyan, asisten, con cargo al contribuyente, al sistema educativo, donde el coste del puesto escolar es muy elevado.

Verdad 3.- Todos los terroristas son islamistas

El mito 3 de la delirante Guía de Público rezaba “todos los islamistas son unos terroristas”, tratando de excitar los buenos sentimientos comprensivos del lector, en un chantaje emocional evidente. En las últimas décadas, todos los terroristas son islamistas y de un tipo especialmente cruel: perpetrando masacres de terrorismo indiscriminado, en los que no se discierne entre hombres, mujeres o niños, y en los que se funciona con un esquema completo de responsabilidad colectiva, que es coránico. La única aleya válida de El Corán para las relaciones con los no musulmanes es la llamada “aleya de la espada”: “Matadlos a todos allá donde los encontréis” (Azora II, aleya 187) o “Matadlos hasta que la idolatría no exista y esté en su lugar la religión de Alá” (Azora II, aleya 189). Si un no musulmán es peor que una alimaña, no es preciso hacer disquisiciones de culpabilidad o de inocencia, o de género o de edad o de cualquier circunstancia o minusvalía, por eso los terroristas musulmanes –no son yihadistas, son musulmanes- disparan y matan hasta descargar el cargador.

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Por supuesto, hay musulmanes que viven un islamismo tibio y sociológico o que viven una cierta moral natural, pero los asesinos son musulmanes y son coherentes con las enseñanzas coránicas. No hacen ninguna lectura equivocada o sesgada, no cabe mucha interpretación en “Matadlos a todos allá donde los encontréis».

Verdad 4.- En las mezquitas sólo hay radicales que fomentan el terrorismo y El Corán sólo incita al odio

En las mezquitas sólo se recita El Corán: “Malditos donde quiera que se encuentren, serán cogidos y asesinados sin piedad, según la costumbre de Alá con aquellos que les precedieron” (Azora XXIII, aleya 61) o “Cuando encontréis a los que no creen, golpead sus cuellos hasta matarlos” (Azora XLVII, aleya 4) o “No hay ciudad a la que nosotros no aniquilemos o atormentemos con terrible tormento antes del día de la resurrección” (Azora XVII, aleya 60). Por supuesto, El Corán sólo incita al odio y al asesinato. Lo de una manera obsesiva. Es, además, un libro que no se discute, que no permite debate ni interpretación, que sólo se recita. De hecho, Corán significa recitación.

Lo curioso es que las mezquitas sean permitidas y estén abiertas, por cuanto esos mensajes son claramente delictivos, y no están amparados, en ningún caso, por el principio de libertad religiosa. De hecho, como es notorio, los asesinos, los terroristas salen de las mezquitas y se forman o se deforman en ellas.

Los presuntos “expertos” de Público tratan de hacer creer que El Corán sólo permite o legitima la guerra defensiva. Esa es una mentira habitual para desarmar a los bienintencionados e incautos occidentales. Nada más lejos de la realidad, el islamismo sólo distingue entre la Casa del Islam, donde ellos gobiernan o han gobernado, y les pertenece, y a Casa de la Guerra, donde debe extenderse el islam (que no significa paz, sino sumisión o esclavitud) mediante la espada. “¡Combatid a quienes no creen en Alá ni en el último día ni prohíben lo que Alá y su enviado prohíben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el libro! Combatidlos hasta que paguen la capitación personalmente y ellos estén humillados”. (Azora IX, aleya 29).

De hecho, Mahoma fue un ejemplo de crueldad: mataba a los prisioneros, como ahora hace el Daesh: “No es propio del Profeta tener prisioneros hasta que haya cubierto la tierra con los cadáveres de los incrédulos”.