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José Antonio Vera y los lacayos peperos de la corte de los milagros

Redacción




Enrique de Diego

Al parecer, en Andalucía el PSOE es conocido como “la PSOE”. De la misma manera, el PP podría entenderse como “la PP”, pues ha devenido en un negocio no sólo para los políticos sino también, por ejemplo, para los lacayos (disfrazados de periodistas) que han medrado a su socaire y cuyo común denominador es la mediocridad.

José Antonio Vera Gil llegó al Abc –hoy en profunda crisis, con los Luca de Tena en la lista Falciani– de becario cuando yo era jefe de la sección política. Era y es un mediocre cuya nota más distintiva era una exagerada y tediosa hipocondria. Pronto se le vieron maneras del mal de esta mierdocracia: el trepismo. De despacho en despacho, siempre con adulaciones y de paso colocando sus imaginarios achaques. Venía Vera de militar en el Partido Socialista Andaluz pero pronto era el más de derechas.

Trepando mucho y trabajando poco, Vera –traicionando a algunos de los que había hecho el pelota- llegó a la dirección de La Razón, donde fracasó estrepitosamente y hubo que arrinconarle: puso en marcha un suplemento infecto, mal diseñado y de contenido caótico, de Sanidad o Salud que, dada su condición de enfermo imaginario, le debía poner de los nervios. Cuando llegó el PP, Francisco Marhuenda, director de La Razón, otro mediocre compulsivo, se lo quiso quitar de encima y le buscaron una especie de bicoca: la presidencia de la agencia Efe, donde, según han denunciado los sindicatos, cobra 150.000 euros anuales, que pagamos los contribuyentes a este inútil tortuoso, porque la agencia Efe es altamente deficitaria y lo es mucho más desde que esta nulidad está al frente.

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Garbanceros sin saber hacer la o con un canuto

El PP que iba de partido preparado y de gente con oposición no ha sido y es otra cosa que una exaltación de la más burda mediocridad. Vera Gil no sabía hacer la o con un canuto, pero es que Francisco Marhuenda tenía un estilo tan garbancero como Vera Gil pero además ponía groseras faltas de ortografía. Marhuenda nunca ha dado una noticia, ni ha hecho una entrevista, ni un reportaje, ni nada de lo que constituye la esencia del periodismo, pero ha hecho el pelota a modo a Mariano Rajoy, del que fue jefe de gabinete hasta que tuvo que dimitir por corrupción, pero como aquí todo vale ha vuelto a ser director de La Razón que es un tebeo pepero, donde la manipulación alcanza niveles ridículos.

Paco Marhuenda era corresponsal de Abc y mandaba unas crónicas infectas y carentes de contenido, que había que publicar –lo más escondidas posible, para no molestar al lector- porque era un protegido de Luis María Ansón, seguramente por negocios económicos comunes, con Mauricio Casal –el hombre del Palace- como intermediario.

Si bien el PP sí tiene quien le escriba, y mucha gente, una auténtica legión, son tan mediocres que ahora, en tiempos de hundimiento, carecen de toda credibilidad y resultan tan tediosos como los políticos, a los que obedecen. Todos repiten el argumentario que reciben cada día en su móvil desde Génova y todos repiten como papagayos. El PP, además de purita mafia, ha degenerado en una corte de los milagros que supera los niveles de la picaresca.

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La suprema incultura de Antonio Jiménez

Antes de pergeñar la lista de esta corte de los milagros, o de los lacayos peperos o de los papagayos, mención aparte merece Antonio Jiménez, un hombre sin más lecturas que el argumentario, que se pierde o se duerme en cuanto sale una cuestión cultural o de enjundia, y que sólo sabe hablar de comida y vinos. Y que es capaz con su donaire jienense y con la cara que le da saberse sumiso y protegido por “la PP” de hacer dos entrevistas a Luis Bárcenas, defendiendo su inocencia a capa y espada, para dos días después arremeter contra él como el peor de los delincuentes y el mayor de los mentirosos. Aquí, en esta España doliente y expoliada, vale todo.

Breve listado de lacayos peperos

El lacayismo pepero va de la mano de una mediocridad impúdica: Graciano Palomo, que era crítico hasta que le metieron en las sobras del pesebre, Carmen Tomás, que predijo la crisis pasaba en cuanto llegara Rajoy, Antonio Martín Beaumont, de la “nueva derecha” de Alain de Benoist a demócrata de toda la vida, Isabel Durán, Carlos Cuesta, Alfonso Merlos (junto a Antonio Jiménez ha hecho el flaco favor a la Iglesia católica de identificarla abusivamente con el PP), Antonio Pérez Henares, el que más pasión garrula pone, y un largo etcétera que ha hecho del periodismo algo a medio camino entre el circo y la cloaca. Dejó fuera al hoy altamente patético Alfonso Rojo, porque en su día fue corresponsal en zonas de conflicto, aunque mandara muchas crónicas desde el bar del hotel.