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Europa desarmada: Todos los yihadistas son musulmanes

Redacción




Enrique de Diego

Toda una civilización –la occidental, la europea- se tambalea, desprotegida, sin referencias, ni resortes morales, traicionada por sus dirigentes –de una mediocridad infinita y de una cobardía atroz-, por sus lacayunos periodistas, por la clerigaya de sus docentes, dedicados todos a desarmar a la población contra un enemigo que está dentro, que ha generado sociedades paralelas -desde las que ataca-, parasitarias del contribuyente.

Una semana antes de la masacre de París, visioné el remake de Sabrina, protagonizado por Harrison Ford, donde París es presentado como la ciudad amable, creativa, de la dulzura de vivir, del saber vivir. Todo eso se ha acabado. Los terroristas musulmanes han asesinado a mansalva, a una población desarmada y desprotegida, atacada en un restaurante, en terrazas de bares, en un estadio de fútbol y en una sala de fiesta. Todo lo que es el entretenimiento y la alegría han sido impregnados de tragedia y miedo. París ya no es una fiesta. París es un horror.

Ni soy Charlie, ni Francia, ni París, ni hago minutos de silencio, ni pongo flores

No, no soy Charlie, ni tampoco Francia –y me molesta que Mariano Rajoy hablara en mi nombre, me haya incluido abusivamente en un “todos somos Francia”-, ni París, ni he guardado ni guardaré nunca un minuto de silencio, ni pondré flores. Todas esas sensiblerías no sirven para nada. Son manifestaciones de la decadencia de nuestras sociedades, de su falta de textura vital. Toda la estupidez y la degeneración superlativas de esta Europa enferma terminal de relativismo se resumen en esa palabra abyecta de solidaridad, que nada significa. Obras son amores y no buenas razones, dice con sentido el refrán castellano. No se combate, ni se frena el terrorismo con manifestaciones, ni con el torrente de verborragia con el que pretenden aturdirnos nuestros traidores dirigentes. Mi pequeño, y triste, orgullo es haber combatido en España en solitario, durante mucho tiempo, el rampante y creciente peligro islamista. Ahí están mis libros Islam, visión crítica y Chueca no está en Teherán.

Unidad, ¿en qué? Y ¿para qué?

Tampoco la unidad es un valor en sí. De inmediato se reclama la unidad como si ello fuera a hacer desistir a los terroristas de sus designios genocidas y exterminadores. Valiente chorrada. Nada más lejos de la realidad. Unidad, ¿en qué? y ¿para qué? Porque me da fuertemente la impresión de que los políticos, nuestros traidores dirigentes, cuando hablan de unidad están pidiendo unidad con ellos, con sus desmanes, con su inoperancia, con su falta de visión y de coraje; que no les critiquemos, que no les denunciemos, que no los exijamos sus inmensas responsabilidades.

No son yihadistas, son musulmanes

Lo islámicamente correcto ha establecido la semántica de que son yihadistas, como si se tratara de una perversión del islamismo. No son yihadistas, son musulmanes. No todos los musulmanes son yihadistas, pero todos los yihadistas son musulmanes. La yihad, la guerra santa, está en el corán, recorre cada una de sus suras y sus aleyas, sus capítulos y sus versículos. Los musulmanes no se radicalizan por las redes sociales, como se repite ahora como monserga; lo hacen con y por el corán. Un libro mucho más genocida, como acertadamente indicó Geert Wilders, que el Mein Kampf.

“Matad a los infieles allá donde los encontréis”, manda el corán

En el corán que se reparte en la mezquita de la M-30, traducido y publicado por el departamento de asuntos islámicos de Arabia Saudí, se dice que –por la ley del abrogante y el abrogado, según la cual en las numerosas contradicciones de esa recopilación, vale la última aleya– la única válida respecto a los infieles es la llamada de la espada: “Matad a los infieles allá donde los encontréis”. ¿No es esto una ‘incitación al odio’? ¿No lo es al asesinato y al genocidio? ¿Qué es lo que no se entiende de “matad a los infieles allá donde los encontréis”? El corán también dice que “no es digno del profeta hacer prisioneros”. Que Mahoma mataba a todos. Y el corán narra y elogia como extermina a una tribu judía.

El enemigo no es el yihadismo, sino el islamismo. De inmediato, tras una masacre se trata de mantener a la masa aborregada y pastueña en el adormecimiento y se saca a algún musulmán diciendo cosas tan falsas como que “el islam es tolerancia”. Se ha hecho en TVE. “Matadlos allá donde los encontréis”. Los textos de el corán llamando al asesinato de los infieles son numerosos. En Islam, visión crítica, he hecho una recopilación de las aleyas más sanguinarias.

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Resulta hiriente haber escuchado al petimetre de François Hollande hablar de la “grandeza de Francia”. Él representa magníficamente su empequeñecimiento. Erró cuando dijo que la masacre ha sido preparada en el exterior, con complicidades en Francia. Eso era mantener la ceguera que nos está llevando al desastre y que corre el riesgo de tumbar –tontamente- a la civilización occidental. Salvo que ese exterior se refiera a Bruselas, tan cercana, donde resulta que hay todo un barrio integrista, desde el que han salido muchos hacia Siria. Y desde Siria pueden llegar las órdenes, que no tienen que llegar por correo ni con paloma mensajera, que para eso ya está internet, y la autoría intelectual última puede encontrarse en Arabia Saudí, la financiadora del wahabismo, pero el enemigo está dentro; se le ha dejado entrar, se le ha financiado, se le ha educado, se le han dado ayudas sociales, se le ha concedido un pasaporte. Son franceses de segunda generación. No se incide en ello porque no se quiere ver la realidad porque hay que poner patas arriba toda la nefanda política de inmigración, toda la concepción buenista de los servicios sociales y el mismo concepto de nacionalidad.

La nacionalidad no puede ser una patente de corso

Los franceses que salían del estadio de fútbol empezaron a cantar La Marsellesa, buscando el último refugio seguro del patriotismo. El gesto hizo fortuna. Pero son franceses matando a franceses de manera indiscriminada y porque no pueden exterminarlos a todos. ¿Son franceses? ¿Pueden ser tenidos por franceses? Ellos, obviamente, no se tienen por tales. Sayid Quob, un egipcio tenido por el principal ideólogo integrista, estableció que la nación, que el nacionalismo es una herejía. El islamismo es internacionalista. Con pasaporte francés viajan a Siria a combatir todo lo que históricamente ha significado Francia. Deben ser despojados de una nacionalidad a la que combaten.

El enemigo está dentro porque los dirigentes lo permiten

Para tranquilizarnos y mostrarnos todo lo que velan nuestros dirigentes por nosotros, se nos informó, por ejemplo, que desde el 11-M de 2004, en España se ha detenido a seiscientos musulmanes yihadistas y en lo que va de año, a 75. Pero la cuestión ¿es qué pintan en España? ¿por qué están en España? O que de Francia han partido para Siria un par de miles. ¿Y qué hacían en Francia? ¿Por qué estaban en Francia? Nunca, nunca, en la historia, se ha permitido un enemigo interior. Debe procederse a deportaciones. Las familias de los terroristas deben perder toda ayuda social y ser deportados. A los enemigos interiores se les expulsa, se les deporta. A la Guayana francesa, si es preciso.

Cosechando las delicias del multiculturalismo

Porque esta tragedia se lleva labrando durante mucho tiempo, desde que politicastros, atontolinados profesores relativistas y lameculos periodistas dijeron que todos seríamos muchos mejores si nuestras sociedades eran multiculturales, si dejaban de ser homogéneas y cohesionadas, si se abandonaban ciertos valores comunes, para que en un mismo territorio convivieran comunidades yuxtapuestas. Y todo eso se ha hecho con torrentes de dinero del contribuyente, con entramados de servicios sociales, con organizaciones de humanitarios oficiales y de caritativos que no piden el certificado de bautismo; son esa lacra de los solidarios. Y, como muy bien ha dicho Viktor Orban, presidente de Hungría, lo que percibimos es que los musulmanes están generando “sociedades paralelas”, habitualmente parasitarias, sin integración alguna. ¿Es qué ninguno de estos payasos de dirigentes que padecemos, ni sus cortes inmensas de asesores, ni esos servicios de inteligencia tan poco inteligentes, han sido incapaces de leerse el corán, por ejemplo? Porque todas las prácticas musulmanas están establecidas para no integrarse, para no convivir. Se prohíbe trabar amistad con ningún infiel; se prescriben ciertas prendas distintivas (después de las batallas, violaban a todas las mujeres, y alguna musulmana caía entre ellas y se hizo conveniente distinguirlas) y se manga pegar a las mujeres con sólo temer su desobediencia. Y en cada generación, la integración es menor; y lo que hay es resentimiento, un odio inmenso. El enemigo está dentro y hay que expulsarlo. En una guerra –Hollande dixit– el enemigo interior es el primero que debe ser combatido. De poco sirve bombardear a Daesh en Siria –que sirve de mucho- cuando se deberían bombardear ciertos barrios de Bruselas y de París. Y a ese punto nos han llevado estos dirigentes traidores.

El desarme de los cristianos por parte de la jerarquía católica: Ni un euro para Cáritas

Por una extraña casualidad, el día de la masacre parisina, asistí a una vigilia de oración por los cristianos perseguidos en Irak y Siria, donde los mártires se cuentan por decenas de miles y quizás por cientos de miles y sobre lo que hay un silencio tremendo, diabólico.

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La Iglesia es camino de salvación, administradora de los sacramentos de la gracia, custodia del mensaje evangélico hasta el fin de los tiempos. Es para mí doloroso, pero no puedo dejar de constatar que la jerarquía católica, desde el Vaticano hasta la última diócesis europea, se está dedicando contumazmente a desarmar a los cristianos frente al peligro islamista, que padecen sus hermanos de Irak, Siria, Sudán, Nigeria, Kenia, Pakistán, cuyos mártires no serán canonizados. Que la jerarquía católica y sus organizaciones de caridad están actuando de caballo de Troya a favor de la islamización de Europa; que en una lectura curiosa de la parábola del buen samaritano, se dedican a alimentar a los asaltadores. Que la jerarquía católica, desde el mismo Vaticano, está poniendo en peligro a los cristianos; que ha adoptado una posición acrítica y bobalicona de puertas abiertas a todos los refugiados musulmanes; que Cáritas, donde no se convierte nadie, y que tiene quinientas personas en nómina, es el comedor social de los musulmanes, de esa sociedad paralela parasitaria.

Me acojo a lo que indicaba San Bernardo de Claraval en Elogio de la nueva milicia: “si nos dejamos exterminar no quedarían cristianos”. Y también a lo de James Buchanan, Premio Nobel de Economía, de que “hay que financiar al pastor que defiende los intereses de su grey”. Y ni un céntimo de euro para Cáritas. Ni un céntimo de euro para la jerarquía católica, ni para la parroquia. Y, por supuesto, ni una maldita crucecita. Al menos, los patriarcas ortodoxos le pidieron a Vladimir Putin que defendiera a los cristianos de la masacre a la que estaban siendo sometidos hasta el exterminio.

Nuevos políticos para ganar esta guerra

Francia está en guerra. Europa está en guerra. Hollande dixit. Es el mismo Hollande que quería expulsar a Hungría de la Unión Europea porque no estaba dispuesta a ser invadida por los “refugiados” musulmanes (yihadistas, incluidos). Polonia también se niega ya a recibir a ningún refugiado y hace muy bien. Pero, bueno, con sus errores de diagnóstico, como ese de que se trata fundamentalmente de un ataque exterior, que también, ese mismo Hollande que rechazó la presencia de Marine Le Pen en la manifestación contra la masacre de la redacción de Charlie Hebdo, está actuando con cierta firmeza (mientras el inútil de Rajoy se presenta como un campeón balbuceante de la lucha contra el terrorismo).

Se precisan nuevos políticos para ganar esta guerra. Nunca podrán ganarla –ni con histerias de mala conciencia- los politicastros traidores que han llevado a Europa a este desarme, incluyo, por supuesto, al oportunista de Nicolás Sarkozy. Ni se podrá ganar con ésta Unión Europea, aunque espero que entre definitivamente en crisis el próximo año, con el referéndum de Reino Unido.

En las guerras, lo primero y primordial es asegurar la retaguardia. Nunca se gana si el enemigo está dentro. El enemigo es el islamismo del que surge el fanatismo yihadista:

  1. Los integristas deben ser desposeídos de la nacionalidad (la primera norma de la nación es su existencia)
  2. Las familias de los integristas deben perder cualquier ayuda social y ser deportados.
  3. Las mezquitas donde se hayan radicalizado han de ser cerradas y todas aquellas en las que se incite al odio.
  4. Los ‘refugiados’ han de ser devueltos de inmediato a Siria, donde una única coalición internacional ha de apoyar a las estructuras legales, es decir, a Bashar Al Asad, a acabar completamente con Daesh.
  5. Quienes han facilitado las armas a los terroristas han de ser perseguidos y detenidos.
  6. Quienes han ido a luchar a Siria con Daesh deben perder la nacionalidad y tener cerradas las fronteras europeas.
  7. Los barrios “integristas” han de ser desmantelados.
  8. Deben prohibirse toda financiación exterior –de Arabia Saudí y Emiratos Árabes- de mezquitas y de difusión del wahabismo.
  9. Deben ser cerradas las universidades desde las que se promueva el multiculturalismo.
  10. Deben ser juzgados los políticos que hayan participado en la agresión a Libia y en la desestabilización de Siria.
  11. Debe retirarse cualquier tipo de ayuda pública a mezquitas y asociaciones musulmanas.
  12. Deben cerrarse las fronteras de Europa a todo inmigrante musulmán, como se hacía con la cuarentena en caso de enfermedad, y el fanatismo es una amenaza mucho mayor que el Ébola.

No se ganan las guerras a la defensiva, sino pasando al ataque, cortando toda vía de financiación al enemigo.