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El “aricidio” o Julio Ariza, contra la libertad de expresión

Redacción




Enrique de Diego

Durante el mes de septiembre del año 2013, se perpetró el mayor atentado contra la libertad de expresión de la historia reciente: la web Prnoticias fue atacada y tumbada durante 21 días en un intento compulsivo y paranoico de aniquilarla y dejar sin trabajo a todos sus empleados.

Al Capone mandaba matones para eliminar competencia; ahora, en la era de las nuevas tecnologías, se envían hackers, esa nueva modalidad de sicarios informáticos. El atentado fue de tal gravedad que es equiparable a mandar una cuadrilla de perversos ludistas a prender fuego a la rotativa y romper a palazos todos los ordenadores y servidores de un diario. El hecho de que tal salvajada fuera ideada y perpetrada desde un medio de comunicación, por un supuesto empresario añade dosis extraordinarias de obscenidad patética y muestra la bajeza moral y el odio a la libertad de ese falso empresario, degenerado en mero corsario.

En marzo de 2013, PRnoticias accedió a realizarme una entrevista sobre mi libro Dando caña, en el que relataba mi relación con Intereconomía, denunciaba la perversión de los medios por su relación mafiosa y sumisa al poder político, y advertía del desastre al que se encaminaba Intereconomía, a consecuencia de la concatenación de groseros errores de Julio Ariza, fruto de su megalomanía, y, sobre todo, avisaba del maltrato que iban a sufrir los atrapados trabajadores de esa empresa. Por cierto, PRnoticias me indicó que no iba a entrar en una guerra con Intereconomía. No era su estilo. En aquella entrevista concluí recomendando a Ariza: “Vas a ir a la cárcel, cierra ordenadamente la empresa y vete de España”. No iba, como se va viendo, descaminado. Tenía fundamentos sólidos para hacer esas afirmaciones taxativas.

Fui empleado de Intereconomía durante más de una década, a cuyo servicio puse lo mejor de mi profesionalidad. Fui uno de los que hizo que Intereconomía brillara durante un tiempo como una referencia nacional. No compartí la doble moral que Julio Ariza fue imponiendo, a la vez que se abismaba en su corrupción ética, de que la corrupción era un monopolio del PSOE y no la base del sistema. Siempre fui consciente de la huida hacia adelante en la que iba sumiendo Julio Ariza y, con lealtad no correspondida, le avisé y contradije respecto a su expansión alocada, sin criterio empresarial, y sobre el fin de su mundo de tratos oscuros con el poder. Incluso del absurdo de mantener la sede en pleno centro de Madrid con un alquiler insostenible, aunque hoy, según todos los datos que me han ido llegando, he llegado a comprender que Intereconomía tenía buena parte de pantalla a una trama de inversores en Bolsa, utilizando a su favor la información sensible que ofrece un grupo de comunicación especializado en Intereconomía. En esa trama, liderada por Julio Ariza, y coordinada por su secretaria, Ana Roldán, participaban directivos de Intereconomía y el periodista Xavier Horcajo. Y sus inversiones eran, al tiempo, favorecidas por las informaciones ofrecidas por los medios de Intereconomía para hacer subir o bajar las acciones de tal o cual empresa. Sólo estamos ante la punta del iceberg del gran escándalo económico-político que es Intereconomía.

Puesto que, según era su estilo, PRnoticias no iba a abrir una guerra, tras la emisión de mi entrevista perdí todo contacto con ese medio hasta que en el mes de septiembre de 2013 vi que la web estaba siendo sometida a brutales y sofisticados ataques de denegación de servicio, que la tumbaban de forma sistemática. Llamé a Pedro Aparicio para solidarizarme. Lo encontré sereno y luchador, decidido a salir adelante en medio de aquella tormenta que hubiera impresionado a cualquiera y que hizo que su servidor dejara de prestarle servicio para evitar que toda su flota naufragara. Pedro, por el que siento el sincero aprecio que reservo, como periodista vocacional que soy, a los escasos buenos profesionales del periodismo, me transmitió su sospecha de que detrás de aquella vil canallada estaba Intereconomía. Me apunté el dato. Hice indagaciones y resultaron fructíferas, así que, apoyando la denuncia presentada por Pedro Aparicio ante la Brigada de Delitos Tecnológicos, me fui, el 13 de octubre de 2013, a Comisaría a hacer la declaración de lo que sabía y que, catorce meses después, ha resultado ser la pista certera. Reproduzco los dos párrafos fundamentales de mi declaración: “soy periodista, y he trabajado durante años en el Grupo Intereconomía, por lo que mantengo relaciones fluidas con muchos trabajadores de esa empresa. Que por mi profesión, y mediante fuentes contrastadas y solventes, ateniéndome al secreto profesional amparado por nuestra Constitución, he sabido con plena certeza que en diversas ocasiones Luis Sans, consejero delegado de Intereconomía, ha hecho pública su intención de contratar a un hacker para atacar a quienes critiquen su gestión o informen de la grave situación financiera de Intereconomía. Que, en concreto, el 15 de julio de 2013, en la reunión en la que despedía al anterior director técnico, Fernando Macho, afirmó y adujo, según testigos directos: ‘Yo voy a contratar a un hacker que sabe mucho más que tú’, con insinuaciones a prácticas delictivas. De hecho, todo el eficaz equipo humano de informática de Intereconomía ha sido desmantelado por Luis Sans”.

“Que el portal Prnoticias.com es de prestigio y referencia en información sobre los medios de comunicación y es básicamente el único que está ofreciendo una información rigurosa sobre Intereconomía y sus impagos a los trabajadores. Que Luis Sans Huecas ha llegado hasta la práctica totalmente inusual de enviar cartas personales a los clientes publicitarios de prnoticias.com, coincidiendo en el tiempo con esos ataques informáticos, por lo que su animadversión es manifiesta y tiene por tanto móvil para ser el autor intelectual de esos ataques a través de ese hacker que iba a contratar y que, según mis fuentes, ha contratado. Que también en twitter la cuenta critica ImpagosInter ha sido hackeada en tres ocasiones, según ha hecho público, por lo que parece evidente la existencia de una estructura organizada para limitar gravemente la libertad de expresión en relación con Intereconomía”.

Portal pionero y referencia de información sobre medios

Se hace preciso señalar que esta historia no se movió nunca en un proceso acción-reacción, ni bajo la presión del totalitario principio de amigo-enemigo, sino que se trató de un ataque movido por las más bajas pasiones de la condición humana: la ira, la prepotencia, la mentira…He hablado del estilo de PRnoticias. Es conveniente que nos detengamos en ello: PRnoticias es el portal pionero especializado en medios de comunicación. Su estilo es básicamente aséptico y, en muchos sentidos, amable. Nunca entra en guerras de medios, ni se le conocen simpatías ni antipatías, tan abundantes y tenaces en los medios, ni está afectado por el mal endémico del sectarismo. PRnoticias hace honor a su nombre y da noticias, sólo noticias, nada más y nada menos que noticias. Éstas son suscintas, rigurosas y contrastadas. Ese estilo nunca se rompió en relación con Intereconomía. Lo que sí hace PRnoticias, y es la clave de que se haya convertido en referencia en las redacciones y más allá, es no ocultar la realidad; no se tiran los comunicados de los comités de empresa a la papelera; no se silencian los EREs ni las crisis, aunque nunca con doble intención, con el sólo interés de ofrecer información veraz. Es muy probable que esa asepsia profesional unida a una alta dosis de independencia haga que sus informaciones, por creíbles, sean especialmente contundentes en sus efectos de influencia.

Es cierto que en relación con Intereconomía, con muy pocas y elogiables excepciones, se produjo un espeso e impenetrable silencio. Esa extraña componenda, tan poco profesional, implicaba entregar indefensos a los trabajadores al régimen de terror y a la práctica del neoesclavismo que se impuso en Intereconomía, con Julio Ariza como estratega y Luis Sans Huecas como táctico. Ciertamente, en algún caso, esa dejación del periodismo, en niveles prostituidos, está justificada, como en el caso de Periodista Digital, del inefable Alfonso Rojo, que recibía una cantidad mensual de Intereconomía a cambio de falsear la realidad, de camuflar la crisis y de dar exclusivamente la versión oficial de Julio Ariza.

Según fuentes solventes, esa cantidad mensual se situaba en 12.000 euros, de modo que una empresa que ni siquiera pagaba las nóminas a los trabajadores y que no ha satisfecho sus obligaciones de manera sistemática con los proveedores, dilapidaba dinero en contratar a la voz de su amo. O lo que de manera certera y coloquial se conoce como estafa en gran escala. Pero el silencio de la mayoría fue simplemente gratuito y clamoroso. Y PRnoticias no se plegó a esa conjura, sino que hizo lo de siempre: dar informaciones suscintas, rigurosas y contrastadas; sin especulaciones. Dio voz a los asustados trabajadores. Informó de la cascada de EREs. Y eso le resultó insoportable al prepotente de Julio Ariza.

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Porque, es obvio, por mis conocimientos, por mi experiencia, por mis numerosas fuentes, que los ataques informáticos a PRnoticias fueron ideados, diseñados y ordenados por Julio Ariza, implicando en tan tremendo y delictivo terreno a su hijo primogénito, Julen, situado como responsable de nuevas tecnologías del menguante y quebrado Grupo. Luis Sans fue, en todo caso, el ejecutor, con celo, seguramente, como es su personalidad tortuosa, pero siempre ateniéndose a la obediencia debida. En Intereconomía nunca se ha movido lo más mínimo sin la autorización e incluso la iniciativa o participación directa de Julio Ariza. Si ha habido en la historia una empresa personalista y personalizada hasta la saciedad esa ha sido Intereconomía. Para bien y para mal, muy mal. Ariza es incapaz de delegar lo más mínimo. No existe la más mínima posibilidad, ni remota, de que una decisión tan importante como tumbar y acabar con PRnoticias mediante sofisticados medios informáricos DDS haya sido tomada a espaldas o con el desconocimiento de Julio Ariza. La evidencia de la lógica induce a pensar que fue tomada personalmente por Julio Ariza en un clima de histeria prepotente. La versión de Luis Sans señalando a Julio Ariza y a su hijo Julen como los responsables es de una veracidad aplastante.

Luis Sans llegó a una Intereconomía en la que habían estallado todas las contradicciones internas y todas las deudas, para desarrollar el papel de killer y lo cumplió con perfecta crueldad, con una nauseabunda frialdad y con un deplorable exceso de celo. Las historias que se cuentan sobre Luis Sans parecen salidas de la literatura del Marqués de Sade. Como esa en la que una trabajadora, madre de familia, le pidió que, adeudándole varias nóminas y sin dinero ya para comida, se echó a llorar solicitando que se le pagara algo, y la cortó diciendo desabrido que a nadie se le obligaba a ir a trabajar pero que era imprescindible acudir con la mejor de las sonrisas. Luis Sans Huecas, que tiene a sus espaldas una ristra de fracasos profesionales, desde Vitaldent a la no aclarada oferta por el polémico Grupo Arturo, del que fue veinticuatro horas consejero delegado, incluso hizo negocio con el sufrimiento que provocaba poniendo en marcha una cafetería dentro de Intereconomía. Sans impuso un régimen de terror, pero siempre fue un mandado, sin ni un ápice de autonomía en las decisiones, que desde las más altas a las más pequeñas han sido tomadas, siempre, en todo momento, sin excepción alguna, por el omnipresente Julio Ariza.

El régimen de terror fue impuesto por Julio Ariza, pero Luis Sans sirvió de coartada para que redacciones acostumbradas y adormecidas por un gelatinoso paternalismo pudieran, en el sencillo esquema de poli bueno y poli malo, considerar que las torturas a las que eran sometidos eran a causa de Luis Sans y que cuando el padre Ariza –ese Ariza que subido a una mesa dijo, con más cara que espalda, que “miradme, no tengo cara de ERE”- se enterara, pondría remedio a sus desgracias. Grosera mentira. Nada de las dos caras de Juno. Ariza y sólo Ariza, escondiéndose tras el cúmulo de mentiras en las que se ha enfangado.

Ese régimen de terror fue progresivo y subió con la llegada de Luis Sans, pero estaba antes de su llegada. Ni tan siquiera se esperaba a Luis Sans cuando, tras la publicación de mi libro Dando caña, Intereconomía, o sea Julio Ariza, puso en marcha tuwitters anónimos y lanzó a meritorios aduladores en la desmerecida función de insidiosos lacayos, como un tal César Sinde de infausta memoria, para aventar calumnias, entrar en terrenos personales vedados para cualquier persona con un mínimo de decencia y pretender acallar las críticas por el abyecto expediente de desacreditar al crítico. O como decía Trostky de Stalin que “su principal argumento era romperle el cráneo al adversario”. Sobre todo, lo que esa campaña artera me dejó claro, con plena certeza, es que se habían escuchado mis conversaciones telefónicas. Eso era un secreto a voces y sensación generalizada: que los teléfonos móviles corporativos que se nos habían facilitado eran espiados. Ya con anterioridad, Rodrigo Gavilán, policía que durante un tiempo trabajó en Intereconomía en tareas de periodismo de investigación, me había dicho que había llevado a un profesional experimentado del Cuerpo Nacional de Policía, quien, tras minucioso examen, le había confirmado que todo el entramado telefónico de la empresa estaba controlado por un sistema de grabación y escucha. Juan José Aizcorbe, consejero delegado de Intereconomía antes que Luis Sans (nunca fue nombrado como tal, aunque ejerció, usurpador), pedía que nunca se le llamara ni se le dijera nada comprometedor a través de su teléfono corporativo y que, en tales ocasiones, se le llamara a su móvil personal.

La mentalidad conspirativa es muy intensa y profunda en Julio Ariza. En una ocasión, me enseñó una pistola que guardaba en uno de los cajones de su mesa, al lado de donde, ordenadamente, estaban clasificados los cheques-regalo de El Corte Inglés con los que se pagaba –en negro- a los invitados a los programas. En un viaje que le acompañé a su natal Pamplona, estuvo todo el tiempo, de manera cansinamente reiterativa, aconsejándole prudencia al conductor, porque podían pretender que su muerte pareciera un accidente. Y esa mentalidad conspirativa le ha llevado a ejercer de conspirador, como cuando se encargó de toda la logística del tamayazo, ese episodio aún no desentrañado, en el que Julio Ariza se encargó de poner la seguridad a Eduardo Tamayo, y contrató luego –quizás para que tuviera la boca cerrada- al guardaespaldas ocasional de aquellas jornadas, José Antonio Expósito, que pasó a ser jefe de seguridad de Intereconomía, aunque sus funciones y sus tareas nunca estuvieron claras.

Lo que convierte lo sucedido en el interior de Intereconomía, y en su proyección exterior, en sus efectos sobre las vidas humanas, en el desarrollo de las actitudes y respuestas dentro de un grupo humano sometido a dosis crecientes de vejación, es la manifestación de la degeneración de la condición humana, capaz de plegarse, y aún más el hecho de que la Intereconomía de Ariza es vanguardia de una cierta ingeniería social, experimentación de una regresión hacia la esclavitud, de un neoesclavismo. Todo régimen de terror se alimenta del miedo y a medida que ese sentimiento abyecto atenaza los resortes morales de las gentes, las dosis aplicadas se acrecientan hasta aniquilar al individuo y privarle de su último reducto de dignidad. Cobardía, el término es preciso, para describir la falta de reacción durante mucho tiempo de los trabajadores de Intereconomía. Una cobardía basada en la terrible lógica del temor a la pérdida del puesto de trabajo, al frío de la calle, a las largas y heladoras colas del paro. Una trampa que se alimenta de otra no menos paralizante: la falsa esperanza de que la pesadilla pasará, la fe ciega en el tirano que miente más que habla, que esconde tanto la realidad que se ve impelido a coger el bate de beisbol para romper todos los equipos informáticos de PRnoticias a través de sicarios, de matones modernos. Los trabajadores de Intereconomía han sentido ese miedo que envilece; se les ha administrado en constantes sobredosis. Julio Ariza llegó a ufanarse, en una reunión colectiva, de que él no hubiera aguantado en una empresa en la que no se le hubieran pagado dos nóminas.

Ariza, reinventor de la esclavitud

Trabajadores indefensos, anulados, puesto que todos los controles sociales para evitar situaciones tan calamitosas como hacer trabajar sin pagar –lo cual no es otra cosa que esclavitud- han fallado, como si Julio Ariza tuviera la protección del poder y se le hubiera concedido graciosamente patente de corso de impunidad. Llegó a pedir concurso de acreedores y se le permitió salir. Hubo una única inspección de Trabajo, y la dirección avisó para que los becarios se esfumaran. Se han ejecutado embargos en el limbo de una trama de empresas mutante, mientras hacia el exterior se ofrecía la imagen de que todo seguía igual, de que Intereconomía se reinventaba, en un clima de exuberante estafa, como la hidra de las mil cabezas; con un Ariza que no precisaba entrar por la puerta de atrás, sino que escrudiñaba en los ojos acobardados. Su hijo, Julen, exhibiendo una temprana prepotencia, exigía a los trabajadores puntualidad germánica en la llegada al trabajo, y entrega sin límites, hasta la extenuación, mientras no se les pagaba las nóminas.

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Trabajar sin cobrar, es esclavitud; obligar a trabajar sin retribución, es esclavismo. Luis Sans, el cruel capataz de la finca, con ínfulas pijas de coaching, con frases hechas de optimismo hueco, ha repetido hasta la saciedad que él no ha cobrado ni un solo euro de Intereconomía, con lo que, al margen de sus confusas motivaciones para practicar el coaching del sadismo, hete aquí que Luis Sans Huecas era, a su modo y manera, otro tipo de esclavo, abducido por el amo, que terminó desechándolo cuando ya no le servía, cuando ya se había llenado las manos de mierda propia y de sufrimiento ajeno. He traído a colación Xavier Horcajo, quien, en diversos tramos de esta historia, ha salido bizarro a defender al señorito, echando mano de dialéctica averiada, mostrando una falsa dignidad en su lacayismo, porque hete aquí que estamos ante otro esclavo, que no ha cobrado la nómina durante ¡12 meses! Como Javier Algarra, al que se le suponen 15 meses de falta de cobro. Al margen del misterio de su supervivencia, está ese otro impenetrable en su sucia oscuridad de servir de coartada al esclavista, manteniendo la mascarada.

La esclavitud es una de las instituciones más practicadas por la humanidad y durante más tiempo considerada, en todas las latitudes, como natural. Como tal la señala Aristóteles. Sólo desde el final del siglo XIX, por pulsiones evangélicas, desde Inglaterra, como pionera, al resto de las naciones se la van sacudiendo de encima paulatinamente, hasta Mauritania, que la prohíbe en 1954. Estamos hablando de ayer más que de antes de ayer. Bendito espejismo, porque la esclavitud está volviendo e Intereconomía lo demuestra: un neoesclavismo moderno, en el que la víctima colabora y en la que los propios capataces, quienes blanden el látigo, son a su vez esclavos. Y que está amparada por el poder y cuenta con la complicidad del silencio sobre sus artimañas.

Me temo que PRnoticias no sabía a qué se enfrentaba, ni era consciente del bien que hacía, aunque pudo pagarlo caro, si Pedro Aparicio hubiera sido una persona débil o de menos hechura y coraje. PRnoticias sólo dio noticias. Suscintas, rigurosas y contrastadas, pero rompía el silencio, fundamental para mantener el régimen de terror; le llegaban ecos desde el interior del campo de concentración en que devino Intereconomía y los publicaba; cuando para que el campo de concentración siga funcionando y cumpla su deshumanizadora misión es fundamental que nada se filtre al exterior (la esposa de un oficial nazi, que por un letal equívoco, se introdujo en un tren de la muerte destino a Auschwitz, fue gaseada porque no debía contar, a pesar de su condición fuera de toda duda de lealtad, lo que había visto). Informando, PRnoticias combatía el neoesclavismo. Y por eso es tan importante esta historia y tan clave que las responsabilidades sean depuradas. Porque ese es un riesgo general. Y por eso el régimen del terror precisaba, por su propia dinámica, silenciarla, tumbarla, aniquilarla. No lo consiguió y en ello hay una esperanza de que ese neoesclavismo no triunfará, aunque la lucha no ha hecho más que empezar y durará muchas décadas, con final incierto y abierto, pues depende de la responsabilidad de cada uno, del compromiso con su propia dignidad, de su íntimo rechazo al miedo.

¿Cómo pudo llegar el presidente de Intereconomía al aricidio –nueva modalidad superlativa de atentado contra la libertad de expresión- de PRnoticias? Frustrado, pero persistente. Porque, visto con perspectiva, lo que asombra es esa contumacia en los ataques, su prolongación tanto como su intensidad, lo que sugiere ira desatada al tiempo que una sensación infinita de impunidad. Julio Ariza tiene una conciencia muy peculiar; su hipocresía es superlativa, pero está muy interiorizada. Ariza es un extraño católico oficial que considera que los mandamientos del Sinaí, las Tablas de la Ley entregadas por Dios a Moisés, todos y cada uno de los diez preceptos han dejado de tener validez para él; que puesto que su misión es tan elevada y su triunfo tan necesario para los planes de su propia providencia, no es que el fin justifique los medios, que por supuesto, sino que para él no existe la moral que predica y exige a los demás. Es un caso de corrupción moral extremo por el poder disfrutado y aún más por el fantaseado, ya que Julio Ariza siempre se ha visto como el magnate capaz de marcarle la agenda a la nación y lo ha buscado y querido todo en grado extremo: poder, dinero, influencia, prestigio social, mientras acumulaba groseros errores que llevaban al desastre a cuantos le aclamaban en ese ejercicio de paternalismo que se escenificaba en las cenas de Navidad de Intereconomía, mientras, en medio del jolgorio, el barco iba derecho hacia los arrecifes.

Un tiempo de endiosamiento invertido. Y no me pongo tremendo. Diego Martínez Perán, uno de los más fieles, inútiles y serviles aduladores de Julio Ariza, se refería a él como dios. Blasfemia mostrenca. “Y a dios no se le critica ni se le lleva la contraria”. Intenso asombro me produjo el día en que Julio Ariza se mostró sinceramente enfadado con Jesucristo en una de las más bellas parábolas evangélicas: la del hijo pródigo. Ariza consideraba cargado de razón al hermano mayor por su enfado ante la alegría del recibimiento al arrepentido. Lo expresaba como si se tratara de un agravio personal, pues se consideraba ese hijo mayor, que siempre había estado con el Padre, y que no había dilapidado la herencia con meretrices. Esto de enmendarle la plana a Jesucristo es ciertamente chocante en un católico.

Tiendo a disculpar tanta pérdida del sentido de la realidad porque, tras sufrir un infarto o amago de infarto, Julio Ariza toma a diario una medicación que le pone como una pila por las mañanas y le deja decaído por las noches, y ese tipo de medicaciones suelen afectar al cerebro. Eso también podría explicar que un presunto empresario de la comunicación se dedique a agredir de la forma más vil a la libertad de expresión. Aunque reconozco que es una disculpa que ha ido perdiendo fuerza con el tiempo, a medida que Ariza se ha ido enfangando más y más en su corrupción moral, como ese Adolf Hitler de los últimos días que describe la película El hundimiento, moviendo divisiones y cuerpos de ejército que ya no existen: Intereconomía como Grupo dejó de existir hace tiempo y hubiera debido procederse a un cierre ordenado con el menor sufrimiento posible. “El último año en Intereconomía me trataron como un perro”, ha declarado ese gran realizador que es Carlos Pecker. “El último año, sobró”, me dijo ese gran escritor que es Gonzalo Altozano.

Sobró el último año de Gonzalo Altozano en Intereconomía, desde luego. Sobraron tantas cosas, tantos malos modos, tanta crueldad, sobró Luis Sans, sobraron los ataques liberticidas a PRnoticias, que sólo daba noticias suscintas, contrastadas y rigurosas, sobraron la certeza de las escuchas telefónicas, la bajeza moral de los ataques personales, cuando Julio Ariza tiene una vida privada y pública tan deleznable, cuando esconde parte de su patrimonio en una sociedad como El periódico del motor -5,6 millones de euros- con su secretaria, Ana Roldán como apoderada, sobró que exigiera que Jaume Roures pagara a los trabajadores con su patrimonio cuando él ha ejercido el neoesclavismo de manera irrestricta, al tiempo que mantenía el suyo a buen recaudo, incluso de su propia familia. Pero Julio Ariza, el dios de papel mojado del servil Martínez Perán, no ha podido ni puede asumir su propio fracaso; ni podrá nunca; es de esos mentirosos tan contumaces que se creen sus propias mentiras, cuando todo en él es mentira; cuando él en sí mismo es una pequeña y gran mentira. Es la parodia del triunfador dando lecciones morales que él no practica.