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Medjugorje

Redacción




Enrique de Diego

En esta Europa decadente, que se tambalea sin resortes morales, se viene produciendo en una pequeña aldea, Medjugorje, de cultura croata y religión católica, inserta en la entidad política de Bosnia-Herzegovina, el acontecimiento histórico más importante de un mundo que atraviesa una de sus más graves crisis del devenir humano. Desde hace treinta años, la Virgen María se aparece a diario a cinco niños que ya son maduros padres y madres de familia.

Los mensajes de Nuestra Señora de la Paz, advocación con la que se presenta la Madre de Dios, son la necesidad de la oración, con insistencia en el rezo del Santo Rosario, el ayuno, la confesión semanal, la conversión. La causa más profunda de la crisis sistémica que padecemos se debe a que la sociedad cristiana, especialmente en su ámbito occidental, ha vuelto la espalda a Dios y vive bajo el dominio del pecado con desprecio incluso de la moral natural.

No soy un especialista en Medjugorje, ni tengo la experiencia de haber estado allí, si bien mi intención es viajar hacia ese recóndito lugar. He leído dos buenos libros de Sor Emmanuel Maillard, una monja que vive en la aldea y de intensa dedicación a difundir los mensajes de la Gospa (el apelativo de la Virgen en croata). Los títulos de esos libros son “Medjugorje: El triunfo del corazón” y “El Niño escondido”. Resulta esperanzadora la idea de que la Virgen interviene en la historia, de que el Cielo no nos deja solos en este momento de desolación, en el que se conjuga un cierto bienestar –que se cuartea- con una desolación espiritual.

Los signos de veracidad de las apariciones para mí son de una extraordinaria fuerza. No se me alcanza por qué iban a mentir cinco niños sobre materia crucial, cuando mentir es pecado y todos los mensajes remachan la necesidad de oración, ayuno y conversión. Dos de los videntes del primer día, no volvieron el segundo y fueron sustituidos por otros dos. Las apariciones se iniciaron cuando estaba aún sólido el régimen comunista de la exYugoeslavia, por lo que los niños no iban a hacer más que complicarse la vida y se la complicaron. Por lo demás, lo que está sucediendo en Medjugorje está siendo silenciado, aunque hay personas muy entregadas dedicadas a difundir los mensajes que la Virgen da a los videntes, reitero, que de manera diaria, a tres de ellos, incluso donde estén, cuando salen de viaje. Hay muchos detalles de la relación de la Virgen con los videntes de una maravillosa ternura que no pueden ser inventados. Me remito a los libros citados.

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En mi condición de periodista o de observador, mi percepción es que el mundo se está complicando de día en día, que cada jornada las manifestaciones de la crisis son más evidentes y alarmantes, que además vivimos en un mundo sin referencias morales, sin liderazgos éticos, en los que la banalización del mal resulta exasperante e ilimitada. Todo esto está en Medjugorje antes de que los signos fueran tan evidentes. El que hallamos proscrito la palabra pecado y el que vivamos enfangados en una sociedad relativista, con todo el hastío angustioso que ello produce, no resta ni elimina los efectos devastadores de nuestras conductas personales inmorales y del conjunto de las de todos, con una extensión de conductas aberrantes, psicópatas y retornos exhibicionistas a las crueldades más abyectas y degradantes. La acción de Satanás es más patente y descarada que nunca, sin que las personas y las sociedades sean capaces de diferenciar el bien y el mal, en confusas y continuas transvaloraciones. Y por ello, en cierta medida, tiene toda la lógica que la Virgen María intervenga por sus hijos, con una relación muy especial con cinco anónimos niños croatas, a los que hace depositarios de sus mensajes.

Lo que sitúa a esta crisis como la más grave de la historia es la falta de proyecto de futuro de la sociedad, su deterioro creciente, del que lo económico es sólo la punta del iceberg, con cuestiones de suma gravedad como el suicidio demográfico en el que está incursa Europa, fruto amargo de un egoísmo galopante y de la destrucción de la familia. La civilización no la salva una compañía de soldados, sino la oración de una santa monja contemplativa o la piedad inocente de un niño, y por los niños muestra la Virgen predilección en Medjugorje.

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Entre los mensajes de Medjugorje, junto a esos tan fundamentales de la oración, con el Santo Rosario, el ayuno y la confesión mensual, hay diez secretos que constituirán advertencias, castigos o intervenciones extraordinarias de Dios. Ciertamente, la sensación es que, en muchos aspectos, el mundo se ha salido de sus goznes y los esfuerzos humanos resultan estériles ante el desquicie generalizado, que arruina vidas, antes que lo datos macroeconómicos, destruye familias, en un ambiente en el que ni se asume ni se respeta compromiso alguno y en el que la mentira, tan satánica, ha tomado condición de moneda de curso legal. Quien no se haya degradado del todo puede percibir como manchas cada vez más oscuras que se extienden, como si algo se estuviera preparando, como si los conflictos, a los que no se pone coto ni solución, fueran cada vez más graves y el mal extendiera sus garras sin que nadie hiciera nada por evitarlo, en medio de una esterilizante frivolidad temerosa.

En ese sentido, Medjugorje entraña una esperanza, la de que la Virgen María vela por nosotros, por este mundo atribulado.